Basado en un relato de Paul Grahan.

Acabo de ver la película «Up in the air» (declara: Jacobo Marcos Malowany) dónde Ryan Bingham (George Clooney) es un experto en despedir a gente, contratado de forma externa por otras empresas para reducir personal. Ryan lleva mucho tiempo contento con su despreocupado estilo de vida, viviendo por toda Norteamérica en aeropuertos, hoteles y coches de alquiler. Puede llevar todo lo que necesita en una maleta con ruedas. Es un miembro mimado y de élite de todos los programas de fidelización de viajeros que existen. Y le falta poco para alcanzar el objetivo de su vida: conseguir una secreta y desorbitada cifra de millas de viajero habitual, que le daría acceso a un restringido y selecto club como poner el nombre suyo a un avión.

En sus momentos de conferencista dice que pensemos en llenar una mochila ¿Qué ponemos?. Tengo demasiadas cosas. Le ocurre a la mayoría de las personas que vivimos en estos tiempos.  De hecho, cuanto más pobre es la gente, más cosas parece que tiene.

Esto no siempre ha sido así. Las cosas solían ser escasas y valiosas. Todavía pueden encontrarse evidencias si se buscan. Por ejemplo, antes las casas no tenían armarios amplios, espacios para guardar cosas.  En aquellos tiempos las cosas que tenía la gente cabían en una cajonera. Incluso hace sólo unas décadas, la gente tenía muchas menos cosas. Cuando veo fotos de los 70 me sorprendo de lo vacías que parecían estar las casas. Cuando era niño tenía lo que creía que era una flota enorme de coches de juguete, una cantidad ridícula comparada con la cantidad de juguetes que tienen los niños hoy. Todos mis autitos «Matchbox» juntos ocupaban un tercio de la superficie de mi cama. En la habitación de los niños de hoy la cama es el único lugar que parece quedar libre.

Las cosas se han abaratado muchísimo pero nuestra actitud hacia ellas no ha cambiado. Seguimos sobrevalorando las cosas.

Esto era un gran problema para mí cuando no tenía dinero. Me sentía pobre y las cosas parecían valiosas, así que las acumulaba casi instintivamente. Luego apareció el «club del trueque» y las cosas parecían ser tan baratas que más y más fueron apareciendo en mi casa.

En realidad estas cosas gratuitas o casi gratuitas no eran ninguna ganga porque valían menos de lo que costaban. La mayoría de las cosas que acumulé no valían nada porque no las necesitaba.

Lo que yo no entendía era que el valor de una nueva adquisición no era la diferencia entre su precio de venta al público y lo que yo pagaba por ella. Era el valor que yo obtenía de ella. Las cosas son activos extremadamente líquidos. Si no se tiene un plan para vender esa cosa tan «valiosa» comprada tan barata, ¿qué es lo que la hace valiosa?. La única forma de obtener algún beneficio de ella es usándola. Y si no se le da un uso inmediato es probable que nunca se le dé.

DSC_0015-04Las empresas que venden cosas han invertido enormes sumas de dinero en hacernos pensar que las cosas todavía son valiosas. Pero sería más cercano a mi verdad tratar las cosas como si no valieran nada.

De hecho, es peor todavía, porque una vez acumulada una determinada cantidad de cosas, las cosas empiezan a poseerle a uno, en vez de ser al revés. Conozco a una pareja que no pudo retirarse a su pueblo favorito porque no podían permitirse una casa lo suficientemente grande como para albergar todas sus cosas. La casa no es de ellos, es de sus cosas. Y, salvo que uno sea extremadamente organizado, una casa llena de cosas puede resultar muy deprimente. Una habitación desordenada y revuelta mina el espíritu. Una razón, obviamente, es que hay menos sitio para la gente en una habitación llena de cosas.

Pero hay más. Creo que los humanos examinamos constantemente nuestro entorno para construirnos un modelo mental de lo que nos rodea. Cuanto más difícil de analizar es la escena, menos energía queda para los pensamientos conscientes. Una habitación revuelta es literalmente agotadora. (Esto puede explicar por qué el desorden no parece molestar tanto a los niños como molesta a los adultos. Los niños construyen un modelo menos elaborado de su entorno y esto consume menos energía.)

La primera vez que me di cuenta de la carencia de valor de las cosas fue cuando volví después de vivir un tiempo en los EEUU a fines de los 90.
Lo que me traje para Argentina eran 3 valijas completas más otras dos que envié por barco y las esperé preciadamente por 60 días, ellas tenían papeles supuestamente importantes como para pagar el ridículo precio que pagué por kilo… y que luego nunca utilicé. Cargue mucho peso para nada.

Lo realmente triste de todo esto no es que acumulara toda estas cosas inútiles para cuando las necesite, sino que generalmente me gastaba el dinero que necesitaba en cosas que no necesitaba… declara Fabián Sorrentino.

¿Por qué creen que lo hacía?. Porque la gente que se dedica a vender cosas es realmente buena en su trabajo. Un joven como él no era rival para empresas que han invertido años investigando cómo hacer que te gastes dinero comprando cosas. Hacen de la experiencia de comprar cosas algo tan agradable que «comprar» se ha convertido en una actividad de ocio.

¿Cómo salir del acecho de estas personas?
No puede ser fácil. Soy una persona bastante escéptica y aun así sus trucos han funcionado conmigo hasta bien entrado en la treintena. Pero algo que puede funcionar es preguntarse, antes de comprar algo, «¿esto va a hacer que mi vida sea notablemente mejor?».

Una amiga mía se curó de su hábito de comprar ropa preguntándose a sí misma antes de comprarse algo «¿voy a ponerme siempre esto?». Si no era capaz de convencerse a sí misma de que lo que estaba pensando comprar era una de esas cosas que siempre se pone, no lo compraría. Creo que esto funciona para cualquier tipo de compra. Antes de comprar algo, pregúntate: ¿voy a utilizar esto constantemente? ¿o simplemente es algo bonito? o, ¿es simplemente una ganga?

Las peores cosas a este respecto son las cosas que no se usan mucho porque son demasiado buenas. Nada nos posee más que las cosas frágiles. Por ejemplo, la «porcelana» cuya cualidad que la define no es que sea divertida de utilizar, sino que uno tiene que ser especialmente cuidadoso para no romperla.

Otra forma de resistirse a comprar cosas es pensar en el costo de poseerlas. El precio de compra es sólo el principio. Hay que pensar en esa cosa durante años — quizá durante el resto de la vida. Todo lo que poseemos nos resta energía. Algunas cosas proporcionan más de la que restan. Ésas son las cosas que merece tener.

Ahora vamos a la práctica. ¿Qué es de lo que te cuesta más desprenderte? Ropa, Papeles, Muebles, Revistas, Objetos, Música, Archivos en la PC, Comida, Postres… ¿Cuál es tu objeto preferido de colección, tanto sea en materia como virtual?

Personalmente me ha costado tanto abandonar ciertas cosas que las circunstancias externas se los han llevado. Tuve 4 pérdidas clave de archivos a lo largo de mi vida. Un incendio y 3 mudanzas. Creo que entre todo aún no ha sido suficiente… ¿puede que esta vez sea yo el que elija abandonar las cosas en lugar de que las circunstancias sean las que me fuercen a hacerlo?

Ya he parado de acumular papeles. Excepto libros—pero los libros son diferentes. Los libros se parecen más a un fluido que a objetos individuales. Tener varios cientos de libros no es un inconveniente especialmente grande, mientras que si poseyeras cientos de cosas aleatorias serías famoso en tu vecindario. Salvo libros, ahora intento evitar activamente las cosas. Si alguna vez quiero gastar dinero en darme algún capricho, lo emplearé en servicios y no en bienes.

No alego esto porque haya alcanzado algún tipo de indiferencia tipo zen acerca de las cosas. Hablo de algo más mundano. Ha habido un cambio histórico y ahora soy consciente. Las cosas solían ser valiosas, pero ya no lo son.

Pasó lo mismo con la comida a mitad del siglo veinte en los países industrializados. Conforme la comida se abarataba (o nos enriquecíamos), comer demasiado comenzó a ser más peligroso que comer poco. Ahora hemos alcanzado ese mismo punto con las cosas. Para la mayoría de la gente las cosas han llegado a suponer una carga.

La buena noticia es que, si llevas una carga encima sin saberlo, tu vida puede ser mejor de lo que imaginas. Imagina que has estado andando con pesas de dos kilos en los tobillos durante años y que te las quitas de repente.

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Cuento: La Mochila de mi vida

Extracto del Paper de la Carrera de Coaching & Mentoring de Ser.Red: del Dr Fabián Sorrentino. Copyright 1995-2016