Del latín, scrupulus, diminutivo de scrupus, piedrecilla que se mete en el zapato. Es la inquietud de ánimo provocada por la duda acerca de si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, verdadero o falso.

El uso común lo relaciona más bien con el asco y las náuseas, en especial con respecto a los alimentos. Suele emplearse en sentido religioso para referirse al desasosiego excesivo de la conciencia. La conciencia escrupulosa se define, siguiendo a san Alfonso, como aquella «que por motivos leves, sin causa o fundamento razonable, a menudo teme el pecado donde de hecho no existe» (E. GENICOT, I, 46); esto se manifiesta tanto en el discernimiento que precede a la acción como luego, en el miedo de haber cometido pecado mortal. Se había advertido que el escrúpulo se refiere siempre a las faltas «humanas», como la falta de valores y que no se manifiesta necesariamente en todos los campos de la moral, ya que habitualmente afecta a sectores particulares

El escrúpulo se halla en una persona que vive preocupación frente a su consciencia y está asociado a tener dolor del alma o quemarse la sangre.
La declaración que puede sustentarlo es: Elijo vivir en armonía, acepto digerir las nuevas ideas, recupero mi entusiasmo.