Se le llama fiebre a un anormal aumento de la temperatura corporal (una temperatura de 38ºC se considera signo de una situación enfermiza). En general, al principio, el sujeto siente frío. Cuando desaparece la causa de la fiebre, siente calor, aunque también puede presentarse acompañada de escalofríos.

La fiebre indica un enojo acumulado. Mientras la persona tiene frío, conserva este sentimiento. Cuando siente calor, es una indicación de la resolución momentánea del conflicto. Por ejemplo, un niño en edad escolar se sintió rechazado por su madre después de un incidente. Al día siguiente se despierta con una fiebre alta. Tiene frío, se estremece. Su madre lo mantiene en casa y lo cuida.

El conflicto se soluciona porque el niño recibe la atención que reclama. Entonces comienza a tener calor. Este es un signo de que el cuerpo está en vías de reponerse. También es posible que se trate de una persona muy apasionada o que siente ira porque algo no sigue el curso que ella desea.

La solución temporal de la causa del conflicto no es suficiente. Si experimentas este malestar frecuentemente, te sugiero que observes la causa profunda de tu enojo. Date cuenta de que todo lo que te sucede proviene de tu forma de reaccionar ante los acontecimientos, reacción que está influenciada por lo que has vivido o has aprendido hasta ahora. Si sientes enojo con una persona, te sugiero que compruebes si está justificado. Date cuenta de que siempre es tu percepción de la actitud del otro lo que produce tu enojo.

Después pide perdón a esa persona. De otro modo, cada vez que alguien tenga esa misma actitud contigo, revivirás el mismo sentimiento. Si estás obsesionado por algo y ello te excita hasta el punto de ir más allá de tus límites, observa el temor que te hace vivir ese estado. Cuanto mayor sea la fiebre, más importante es el mensaje. Es una indicación de la urgencia de resolver ese problema de una vez por todas. Cuando la temperatura de mi cuerpo se eleva a más de 37°C, tengo fiebre. La fiebre es sintomática de emociones que me queman.

Estas emociones se transforman en ira contra mí y los demás, o contra un suceso. Invade mi cuerpo entero. ¿Por qué necesito yo ir hasta este extremo? ¿Es mi modo de compensar para hacer reposo y recibir más amor y atención? ¿Necesito este tiempo de paro para ajustarme a una realidad que cambia muy rápidamente? Generalmente, se trata de una emoción “quemadora” que surge o bien de la vida que se vuelve de trato “demasiado caliente” para tratar (“enfrentar”) y que toma la forma de una ira intensa, de una indignación, de una decepción, de inquietudes. Si soy un niño, la fiebre repentina puede relacionarse con conflictos interiores, rabia, o una herida reprimida. Yo, como niño, no tengo la capacidad de comprender mentalmente mis emociones, las expreso pues por mi cuerpo.

Sea lo que sea, debo identificar la causa de esta fiebre y encuentro una acumulación de irritación y de ira, que brota a menudo cuando “rumio” las desgracias pasadas. Tomo consciencia de mis necesidades y acepto aprender a comunicar para expresar lo que siento. De ahora en adelante, ya no acumulo: sé que la solución es el diálogo

Granos de Fiebre
La aparición de granos de fiebre está en relación directa con mi toma de consciencia. No hago muchas preguntas frente a mí – mismo y a mi vida en general. Estoy en conflicto entre mi identidad propia y mis relaciones con los demás.

El único modo que encontró mi cuerpo para exteriorizar mi conflicto emocional y liberarme de él, son estos granos acompañados de fiebre. ¿Qué es lo que me impide ser yo? ¡Mi temor al rechazo!

Cuando esto sucede, debo hallar la razón por la cual no estoy en armonía conmigo mismo. Tomo consciencia de mi necesidad de ser yo – mismo en cualquier circunstancia. Acepto también de expresarme porque mi entorno no puede adivinar lo que me preocupa. Al aceptar a los demás tales como son, me atraigo la comprensión. Volviendo a ser yo – mismo, la armonía recobra su lugar en mi vida.

Obedece a Tu Cuerpo, Amate – Escrito por Lise Bourbeau