(Detroit, EE UU, 1939) Director, guionista y productor de cine estadounidense. Hijo de una familia de emigrantes napolitanos, a los nueve años contrajo la poliomielitis, lo cual le obligó a permanecer en cama durante una larga temporada y a depender, en su primera adolescencia, de los cuidados de sus mayores. Tras graduarse en la escuela de cine de la Universidad de Los Ángeles, colaboró con Roger Corman en varias películas de terror, tarea que compatibilizó con sus primeros trabajos como director, los cuales recibieron una tibia respuesta del público y la crítica.

En 1969 recibió un Oscar por su trabajo como guionista de Patton. Ello motivó que la Paramount le encargara el guión y la dirección de El padrino (1972). Galardonado con tres Oscar, el filme arrasó en taquilla y aún hoy día es un auténtico símbolo de lo mejor que dio de sí el cine en la década de los 70. Realizada por un Coppola que contaba tan sólo 33 años de edad, la adaptación de la novela de Mario Puzo es un deslumbrante retorno al género de gángsters de una intensidad narrativa excepcional, testimonio de una gran madurez creativa del director.

Coppola supo desarrollar durante 176 minutos de perfección técnica el éxito de la familia mafiosa de origen italiano de los Corleone frente a sus competidoras, y el fracaso de todos los intentos de evitar la guerra de familias por parte de don Vito Corleone (Marlon Brando), superado por la lógica de venganzas y contravenganzas y por la aparición de las drogas en el mundo del tráfico ilegal. Michael (Al Pacino), su hijo y sucesor, al que pretendía mantener alejado de los asuntos sucios de la familia y permitirle una carrera respetable, asume finalmente su papel dentro de la estructura férrea y ritualizada de la Mafia, palabra que no se menciona en toda la película. Tras la eliminación física de todos sus competidores, el triunfo corresponde a la familia, pero, ante todo, a la lógica de la Mafia, una ley que llega a parecer natural e irresistible al espectador, atrapado él también en los lazos de la familia y la venganza, superiores incluso al poder casi sagrado del padrino.

Del filme destaca sobre todo el equilibrio dramático que supo imprimir Coppola a la epopeya, donde la violencia está siempre presente, y, sin embargo, no se explota de forma gratuita ni efectista. La composición de los personajes que realizan Brando y Al Pacino es otro de los atractivos fundamentales del filme, de donde extrae gran parte de su credibilidad. A este mismo objetivo responden una ambientación y una decoración detalladísimas. Crónica ajena a todo juicio moral explícito, El padrino reproduce a la perfección la opresión y la contundencia implacable de la lógica mafiosa, que termina siempre por reproducirse a sí misma.

El padrino (1972), de Francis Ford Coppola
El personaje de Al Pacino fue el hilo conductor a través de las continuaciones de la saga (El padrino II, de 1974, El padrino III, de 1990) que Coppola fue convirtiendo en un gran fresco histórico de Estados Unidos desde principios del siglo XX. La complejidad del personaje (progresivamente sumergido en una espiral de violencia desde su primera etapa de adolescente tierno y despreocupado de los asuntos familiares, hasta convertirse en una bestia feroz e implacable capaz de todo por sujeción a la familia como «idea») fue aumentando a medida que se desarrollaba la saga: en la segunda parte, quizás la más lograda, se refuerzan los tonos trágicos de resonancias shakespearianas del personaje (culminando con la ejecución de su propio hermano), así como las implicaciones sociopolíticas de la trama.

El último capítulo de esta trilogía, rodado ya en 1990, convirtió el mundo de los Corleone en un escenario a medio camino entre Shakespeare y el verismo italiano, una auténtica ópera cinematográfica dirigida con mano maestra por Coppola, en la que el vértigo ante el paso del tiempo y el peso de los crímenes y del pasado estalla finalmente en una de las más hermosas imágenes rodadas por el director: Al Pacino-Michael Corleone gritando sin emitir un solo sonido en las escalinatas de la Ópera de Palermo, después de ver cómo mueren entre sus brazos todas sus esperanzas de redención para el futuro.

Gracias a esta película, Francis Ford Coppola adquirió los medios económicos y el prestigio necesarios para desarrollar y producir sus propios filmes, en el marco de la American Zoetrope, que él mismo fundó en 1971 y en la que trabajarían Martin Scorsese y George Lucas. El otro monumento erigido por Coppola al poder del cine en los años 70 es Apocalypse Now (1979), fascinante adaptación de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, a la guerra de Vietnam. El recorrido iniciático del personaje interpretado por Martin Sheen penetrando en el corazón del infierno para encontrarse a un semidiós oscuro y salvaje al final del camino (escalofriante aportación de Marlon Brando) constituye un paseo por la desmesura, la locura y la muerte convenientemente puesto en imágenes por el director.

La historia de Apocalypse Now gira en torno a Benjamin L. Willard, un capitán del ejército de los Estados Unidos que, en plena guerra de Vietnam, recibe una extraña orden: remontar un río hasta un punto situado más allá de las líneas enemigas, en plena Camboya, para acabar con un oficial desertor, el coronel Walter E. Kurtz, que se ha instalado allí en compañía de unos renegados; en un estado que raya la locura, Kurtz vive recluido en una fortaleza situada en el interior de la selva y protegida por los indígenas de la zona. Willard examina el currículum de Kurtz, del que extrae la imagen de un soldado brillante y enigmático.

Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola
A medida que Willard avanza por las aguas del río Mekong a bordo de una pequeña embarcación y acompañado por cuatro soldados aficionados a las sustancias alucinógenas, el ambiente se enrarece y la jungla se convierte en un universo caótico en el que se materializa toda la paranoia que encierra la misión. A lo largo del trayecto, Willard y la tripulación se topan con un teniente coronel enamorado del napalm y del surf, con un espectáculo itinerante protagonizado por varias «conejitas» del Playboy y con un sampán en apariencia inofensivo pero cuya rutinaria inspección desata un baño de sangre. Finalmente, la embarcación de Willard se adentra en Camboya, donde alcanza las fuentes del río y, con ellas, el reino del temible Kurtz. Cuando Willard se encuentra con Kurtz, éste lo retiene y lo somete a sus iluminadas dotes como orador. Kurtz habla de la autodestrucción, de la visión del horror y del orden dentro del caos. Sus palabras son el colofón del viaje catártico que Willard ha realizado hasta el corazón de los fantasmas de la guerra.

La película está basada en El corazón de las tinieblas, novela escrita por Joseph Conrad en 1908. La acción, que en el original se sitúa en el Congo del siglo XIX, colonizado de forma brutal por el ejército belga, se trasladó en el filme al Vietnam en guerra de la década de 1960. Del referente literario se tomó el argumento básico del joven idealista que debe adentrarse en el corazón de un mundo de creciente extrañeza, dominado por la muerte y el sufrimiento. La violencia del entorno afecta al protagonista hasta tal punto que geografía mental y física se confunden en un auténtico «país de las tinieblas», en cuyo seno late la sublimación del horror, personificada en el coronel Kurtz. Coppola también rescató del original el paralelismo entre pérdida de civilización y sumisión a la barbarie, en la forma metafórica de la jungla vietnamita y en el séquito de nativos que conforman la siniestra corte del coronel.

El rodaje de Apocalypse Now, cuya realización en Filipinas tomó más de dos años, estuvo rodeado por toda clase de infortunios, incluido un tifón que destruyó buena parte de los decorados. El filme supuso una experiencia agotadora para todo el equipo: Coppola tuvo que hipotecar su propia casa para conseguir la financiación necesaria para acabar el rodaje, y Martin Sheen estuvo a punto de morir de un ataque cardíaco. El escaso éxito comercial de esta obra maestra supuso el fin de su compañía de producciones, Zoetrope, y Francis Ford Coppola hubo de esperar más de tres años en retomar su papel de director. En el 2001, el propio director realizó un nuevo montaje del filme titulado Apocalypse Now Redux.

El fracaso económico le obligó a rodar películas de menor presupuesto pero igualmente memorables, como La ley de la calle (1983), Rebeldes (1983) o Cotton Club (1984). Tras la tercera parte de El padrino (1990), realizó una nueva versión de Drácula titulada Drácula de Bram Stoker (1992). Coppola no fue tan fiel a la famosa novela de Stoker como el título sugiere. Su película es un intento de combinar el clima de terror con una historia romántica y épica: en ella el conde Drácula se convierte en vampiro al renegar de Dios tras la muerte de su mujer, de la que estaba profundamente enamorado. Pasados los siglos, cree que ha encontrado el amor perdido tras ver la fotografía de Mina, la novia de un joven, Jonathan Harker, que ha ido a su castillo para hacer algunos negocios; Drácula viajará a Londres para encontrarse con su amada. Coppola no se queda en la simple historia de terror; su personaje de Drácula es un ser complejo y atormentado en busca del amor. Pero, sobre todo, la película es un gran espectáculo visual que fascina al espectador, con una ambientación muy cuidada.

Entre sus últimos filmes deben mencionarse Jack (1996), The Rainmaker (1997) y Megalópolis (2002). De su más reciente labor como productor destacan Las vírgenes suicidas (1999) y la producción ejecutiva de Lost in Translation (2003), largometrajes ambos realizados por su hija Sofia Coppola, también notable cineasta.

Compilado por: Ana Gonzalez 17/06/2016 07:45pm
Fuente: biografiasyvidas.com