Orientación a proveerse placer. Se vincula a la lujuria.

Del griego ἡδονισμός de donde ἡδονή o “hedones” hace referencia a lo placentero, y el sufijo ισμός o “ismos”, a una doctrina.

Concepto de Hedonismo
El hedonismo es una corriente filosófica cuyo representante más significativo y al que se le reconoce la paternidad del pensamiento, es Epicuro, un filósofo cuya vida transcurrió entre los siglos IV y III antes de la era cristiana. El placer de los sentidos y la erradicación del dolor, logrados a través de la razón y la prudencia, eran para Epicuro los fines fundamentales de la existencia, cuyas acciones y omisiones a ello debían orientarse, si se deseaba alcanzar la felicidad.

Recomendaba satisfacer primero los deseos naturales que nos resultan necesarios para vivir, pero también son importantes para alcanzar la felicidad, lograr satisfacer ciertos deseos que son naturales pero no indispensables, como una conversación amena, los placeres que nos reporta lo artístico o lo sexual, sin que ello nos domine. Por último, otros deseos como el poder político o la fama son considerados por Epicuro como vanos, pues resultan efímeros. A la muerte no había que tenerle miedo pues no es un hecho real y no produce sensación. Los vivos no tienen que temerle pues aún no los ha alcanzado y los muertos ya no sienten porque ya desaparecieron. El mejor tiempo no es el más largo sino el más placentero, y los mejores alimentos no son los que abundan sino los más sabrosos.

La escuela que Epicuro fundó en Atenas se llamó “El Jardín” porque en ese lugar se reunía con sus discípulos y coincidía con su idea de que los sabios debían amar la naturaleza.

Además de la escuela epicúrea se conoció otra de pensamiento hedonista, que fue la cirenaica, cuyo padre fue Aristipo de Cirene, bastante más egoísta, pues anteponía los intereses personales por sobre todo lo demás.

A partir del siglo XVIII estas ideas aparecen remozadas en otra corriente filosófica, conocida como utilitarismo, representada entre otros, por los británicos, Jeremy Bentham, John Stuart Mill y James Mill, que reconocieron al placer como libre de toda calificación ética, pero el que debe buscarse es el que beneficia a la sociedad en general, pues el máximo placer se consigue brindándose a los otros.

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