Abasuly Reyes – miércoles, 31 de agosto de 2011, 11:14

Según el diccionario José Ferrater Mora, el problema de la inmortalidad equivale a la cuestión del destino de la existencia después de la muerte, es decir, al de la supervivencia de tal existencia. Muchas respuestas se han dado al problema por parte de las diversas religiones, filosofías y concepciones del mundo. He aquí algunas.

(1) Al sobrevenir la muerte, el alma del hombre emigra a otro cuerpo, esto es, se reencarna. La serie de transmigraciones y re encamaciones constituye a su vez una recompensa o un castigo; cuando hay castigo, las almas emigran a cuerpos inferiores; cuando hay recompensa, a cuerpos superiores hasta quedar, finalmente, incorporadas a un astro.

(2) Las almas de los hombres pueden transmigrar, pero toda transmigración constituye un castigo. Para evitarlo hay que llevar una vida pura, única que puede suprimir la pesadilla de los continuos renacimientos y sumergir la existencia en el nirvana.

(3) Las almas de los hombres —entendidas como sus «alientos» o sus «sombras»— van a parar a un reino —el de los muertos— que es el reino de lo sombrío. A veces salen de este reino para intervenir en el mundo de los vivos.

(4) La sobrevivencia de los espíritus después de la muerte depende de la situación social de los hombres correspondientes: solamente ciertos individuos de la comunidad sobreviven.

(5) Hay sobrevivencia, pero no es individual; al morir las almas se incorporan a un alma única.

(6) Al morir, los hombres son devueltos al lugar de donde proceden, al depósito indiferenciado INM de la Naturaleza, que es el principio de la realidad.

(7) No hay so^ brevivencia de ninguna especie; la vida del hombre se reduce a su cuerpo, y al sobrevenir la muerte tiene lugar la completa disolución de la existencia humana individual.

(8) Hay sobrevivencia individual, y es la de las almas.

(9) Hay sobrevivencia individual de las almas, acompañada luego por la resurrección de los cuerpos.

(10) Sobrevive la psique humana por lo menos durante algún tiempo.

(1) Ha sido defendida por multitud de culturas, algunas de ellas de las llamadas primitivas, y otras en notable estado de desarrollo intelectual. Los órficos elaboraron esta concepción, que fue refinada por los pitagóricos e influyó grandemente sobre Platón.

(2) Es la concepción budista.

(3) Es un resumen de muchas concepciones de pueblos primitivos, incluyendo partes fundamentales de la religión popular griega, especialmente aquellas en que (como según algunos autores, se advierte todavía en Hornero) se distingue entre el principio de vida, apenas individualizado, y la pálida vida de las «sombras», individualizadas pero sin la «fuerza» que da el «ímpetu vital».

(4) Es una concepción propia de muchos pueblos primitivos; estuvo vigente en Egipto hasta que se generalizó la sobrevivencia para todos los miembros de la comunidad.

(5) Es una concepción implícita en varias culturas, pero filosóficamente elaborada sólo por algunas interpretaciones dadas a la teoría aristotélica del entendimiento agente.

(6) Es la concepción estoica.

(7) Es la concepción naturalista, que niega toda inmortalidad.

(8) Es defendida por algunas religiones, pero de un modo maduro en el cristianismo; antecedentes se encuentran en Platón y otros filósofos.

(9) Es la concepción católica. (10) Es la concepción de muchos metapsíquicos y de algunos espiritistas. La mayor parte de lo que sigue en el presente artículo se dedica a presentar las ideas y argumentos expuestos por Platón sobre la inmortalidad, tal como se hallan discutidas en varios diálogos (Menón, Fedón, Pedro, República) y en particular sistematizadas en uno de ellos (Fedón). Reconocemos que estas ideas representan solamente una parte de las concepciones de Platón al respecto. Por otro lado, sabemos que el problema filosófico de la inmortalidad no se reduce a la dilucidación platónica.

Dos motivos, sin embargo, abonan el mayor espacio dedicado a la exposición de las ideas y argumentos platónicos. El primero, que hay en Platón, implícita o explícitamente, referencias a la mayor parte de las concepciones anteriores. El segundo, que ha influido considerablemente sobre el desarrollo posterior del problema, tanto en quienes han aceptado las tesis platónicas como en quienes las han negado. La concepción de Platón antes aludida es clara: hay una vida después de la muerte. Esta vida no es la semi-existencia en el pálido reino de las «sombras», sino una existencia más plena, sobre todo cuando el alma ha sido purificada. La reencarnación puede, pues, ser necesaria, pero tiene un término: el que alcanza el alma cuando reposa en su verdadero reino, que para algunos es el de las ideas, para otros el de los astros y para otros el de los espíritus puros. Muchos son los motivos que empujaron a Platón a defender una concepción semejante. Por un lado, las influencias recibidas de los pitagóricos. Por el otro, el deseo de detener la creciente disolución de la vida social producida por la negación racionalista o naturalista (o ambas cosas a un tiempo) de una vida después de la muerte. Finalmente, la percepción de la posibilidad de un cierto «desencaje» entre el arma y el cuerpo, desencaje que se experimenta ya en algunos momentos de esta vida. Platón se opuso, pues, en este respecto, no solamente a los que negaban la inmortalidad, sino también a los que concebían que el alma está indisolublemente ligada al cuerpo y que, por lo tanto, no hay alma sin cuerpo — idea que implicaba a veces la de que no hay cuerpo sin alma. De hecho, Platón representa una purificación de varios motivos precedentes y, como E. R. Dodds ha sugerido, una «racionalizació n del conglomerad o heredado». Esto lo llevó a mantener una serie de ideas de las cuales mencionaremos la principales: (I) El cuerpo es un obstáculo para al alma. El alma está destinada a vivir en un mundo puro, libre de toda mácula; mundo que puede ser comparado —caso de no ser el mismo— con el de las ideas.

(II) El filósofo —y, en general, todo hombre— debe aspirar, pues, a liberar su alma de la cárcel del cuerpo. Como esto tiene lugar en el instante de la muerte, ésta puede ser el más feliz momento de la vida

y lo que hace posible que la vida sea «una meditación sobre la muerte». Sin embargo, esta muerte no debe ser voluntaria, porque el hombre no posee su propia vida, la cual es un

bien de los dioses que solamente ellos pueden arrebatar.

(III) Estas ideas pueden ser demostradas por medio de la razón.

Este último punto es de importancia capital. A base de él se formulan los cuatro famosos argumentos del Fedón que a continuación procedemos a recapitular .

El primer argumento es el llamado de los opuestos. Consiste en afirmar que todas las cosas que tienen opuestos son engendrados de estos opuestos. Ejemplos son: el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Ahora bien, siendo la vida el opuesto de la muerte, tiene que ser engendrada de este opuesto. La objeción contra este argumento —que puede haber vida, muerte engendrada por la vida y luego continuación de esta muerte— es contestada por Platón indicando que si tal fuera, entonces se detendría el movimiento de la Naturaleza, pues la generación no puede seguir únicamente «una línea recta».

El segundo argumento es el llamado de la reminiscencia . Consiste en afirmar que puesto que tenemos ciertos conocimientos que no pueden proceder solamente de la percepción sensible —tales como el conocimiento de la igualdad de dos cosas, que no puede ser sacado de la experiencia, pues no hay nunca dos cosas sensibles iguales, y en general el conocimiento de las ideas—, es necesario reconocer que tales conocimientos proceden del recuerdo que tiene el alma de una vida en la cual no estaba encerrada en el cuerpo. Pero si el alma tiene esta constitución, el alma es una pura forma, es decir, una entidad inmortal.El tercer argumento es el de la simplicidad. Consiste en afirmar que todas las cosas simples existen para siempre, ya que solamente las cosas compuestas se disuelven y perecen.

Como el alma es una cosa simple, debe de existir para ser y ser inmortal. Este argumento permite a Platón mantener la doctrina de la purificación y transmigración de las almas hasta recobrar su pureza y simplicidad originales.

El cuarto argumento es el de la concepción de las ideas como causas verdaderas. Consiste en afirmar que puesto que hay cosas buenas porque hay la bondad y cosas verdaderas porque hay la verdad, hay cosas vivas porque hay la vida. Esta vida, principio de todo lo vivo, reside en el alma, la cual es, así, inmortal.

Estos argumentos de Platón fueron objeto de numerosos comentarios, tanto por autores paganos como cristianos . Ahora bien , mientras el platonismo tenía la tendencia a concebir el alma por analogía con la idea , el cristianismo la concibió bajo la forma de la persona . La inmortalidad cristiana es, pues, menos una creciente purificación que desemboca en una pura forma, cuyo mundo es el de la s ideas , que un espíritu que se constituye en el curso de sus experiencia s íntima s y que está destinado a vivir en el reino de Dios. Los argumentos platónicos suelen ser considerado s como «argumentos racionales», si bien pueden hallarse en ellos —inclusive en su base— ciertas «intuiciones» que no son propiamente»racionales». Así, por ejemplo, la intuición de que el «alma» se resiste al «cuerpo » y d e que el «cuerpo » no «sigue» al alma. Además, hay en los argumentos platónicos ideas de muy diversa procedencia , entre ellas ideas órficas relativas a la «transmigración de las almas». Además de los argumentos platónicos han sido muy influyentes los argumentos llamados «aristotélico-tomistas» , expuestos por Santo Tomás en S. theol, q. LXX V y en Cont. Gent., I, 57. Según Santo Tomás, hay un principio intelectual que posee una operación per se aparte del cuerpo.

Este principio, llamado «intelecto » (v.) es incorpóreo (inmaterial) y subsiste; es, pues, también, inmortal. Los argumentos «aristotélico-tomistas » son asimismo racionales, pero debe tenerse en cuenta que parten de bases «empíricas»; en efecto, la prueba tomista de la inmortalidad del citado «principio» del alma se funda en un detallado análisis de la noción de alma, de las diversas clases de almas, de las operaciones del alma, del modo o modos como el alma está unida al cuerpo, etc., etc. Observemos que en la teología tomista —y, en general, en la teología católica— la inmortalidad del alma es considerada como una «inmortalidad por participación » y no, como la inmortalidad de Dios, una «inmortalidad por esencia».

Entre otros tipos de argumentos (o pruebas) en favor de la inmortalidad citamos las siguientes:
1. Las pruebas llamadas «empíricas» , desarrolladas por autores como Fechner y los parapsicólogos (véase METAPSÍQUICA).
2. Las pruebas que pueden llamarse «analítico-empíricas» , como las proporcionadas por Bergson o William James — por lo demás, en estrecha relación con la s prueba s «empíricas» ; en esencia, consisten en afirmar que hay un «plus » psíquico de l que no puede dar cuenta el organismo.Según ello, el cerebro no produce psiquismo.
3. Las pruebas llamadas «morales» en los dos sentidos de este término: ‘moral ‘ como ‘ético ‘ y ‘moral ‘ como ‘probable ‘ o ‘plausible’ .
4. Las pruebas fundadas en una «iluminación interior» — divina o no.
5. Las pruebas fundadas en un examen de la experiencia de la duración (como en Bergson y Scheler) . ß. Las pruebas que consisten en sostener que la inmortalidad del alma es, en el fondo, su eternidad, y que ésta consiste en un «presente eterno» . Ciertos autores han proclamado que la razón teórica o especulativa es incapaz de proporciona r ninguna «prueba» y que, en general, no hay pruebas o argumentos decisivos en favor de la inmortalidad , sean racionales o empíricos. Ahora bien, que no haya tales pruebas —o que las llamadas tales no lo sean propiamente — no significa, según esos autores, que el alma no sea inmortal; sólo ocurre que lo es por «motivos» muy distintos de los que suelen aducir las pruebas o los argumentos: porque la inmortalidad es un postulado de la razón práctica (Kant) o porque es un resultado del «hambre de inmortalidad » (Unamuno).

Aunque introducimos varios epígrafes en esta bibliografía, debe tenerse en cuenta que algunos de los trabajos mencionados podrían figurar bajo más de un epígrafe; así, varios de los trabajos bajo el epígrafe «Problema de la inmortalidad » podrían figurar bajo el epígrafe “pruebas de inmortalidad y viceversas”