El modelo cognitivo-conductual ayuda a entender mejor el problema desmenuzándolo en diferentes áreas a evaluar:

• Estímulos disparadores.

• Pensamientos.

• Emociones y síntomas físicos.

• Conducta.

•Consecuencias.

•Organismo y factores medioambientales.

Estas áreas interaccionarán entre ellas produciendo y manteniendo los problemas específicos en cada persona.

Esta forma de evaluar se denomina análisis funcional y facilitará el trabajar con mayor eficacia y en menor tiempo los problemas físicos y psicológicos de los pacientes en AP.

Análisis funcional de la conducta.

– Estímulos disparadores del problema: son situaciones, personas, sensaciones, o incluso recuerdos que elicitan o desencadenan el problema.

-Por ejemplo, Juan debe dar una ponencia en un congreso, y días antes recuerda «tengo que dar una conferencia».

-Respuesta cognitiva: son los pensamientos que la persona genera al recordar «tengo que dar una conferencia». Por ejemplo, «Me quedaré en blanco, no sabré que decir, mis colegas me perderán el respeto».

-Respuesta fisiológica: son los síntomas físicos y emociones que la persona tiene al tener esa respuesta cognitiva. Por ejemplo, taquicardia, ahogo, sudor, temblor, etc., miedo y vergüenza social.

– Respuesta conductual: es la forma de actuar que tiene la persona ante estos pensamientos y emociones, generalmente en ansiedad son respuestas de escape y/o evitación hacia lo que genera el miedo, en depresión inhibición conductual, en hipocondría acudir al médico, tomarse la presión, etc. Por ejemplo, en el caso de Juan: ceder el puesto a un compañero de trabajo, y poner la excusa de estar enfermo.

Consecuencias: se dan a partir de haber realizado esa respuesta conductual. Por ejemplo, a corto plazo Juan obtiene alivio y tranquilidad porque no siente que tiene que enfrentarse a su miedo, pero a medio-largo plazo no está resolviendo el problema, sino que puede que lo esté incrementando.

Organismo y factores medioambientales: supone conocer a la persona al margen del problema que presenta. Estos datos nos ayudarán a entender por qué ha llegado a tener este problema.

•Historia de aprendizaje: averiguar el origen del problema, por qué surgió, y cómo ha evolucionado, si ha habido remisiones parciales o completas y a qué cree que se han debido.

Variables biológicas: fármacos, psicofármacos, enfermedades médicas, drogas, dieta, ejercicio, horas de sueño, alimentación, etc.

• Estilo personal: edad, sexo, profesión, estado civil, nivel cultural, nivel de formación, estilo cognitivo (creencias básicas, filosofía de vida), etc.

Habilidades propias: capacidad de autocontrol, tolerancia a la frustración, relajación, imaginación, habilidades sociales, asertividad, resolución de problemas, disciplina, etc. Habilidades de las que se podrá hacer uso en el tratamiento.

Habilidades de afrontamiento: estrategias que utiliza el paciente para intentar manejar su problema, por ejemplo, autoinstrucciones, distracción, respiración profunda, etc. Evaluar si se pueden pulir para utilizarlas en el tratamiento.

Sistema de refuerzos: qué es agradable, divertido para el paciente. Es un factor relevante que se debe considerar porque a mayor número de actividades reforzantes en su vida, mejor es el estado de ánimo.

Personas significativas: personas de su entorno, de confianza, que podrían ayudarnos en el tratamiento.

• Tratamientos anteriores: médicos, psiquiátricos, psicológicos, etc., y cuánto éxito tuvieron, qué sacó de positivo de ellos.

• Expectativas hacia el tratamiento: evaluar el grado de motivación y colaboración hacia el tratamiento. Dar expectativas de éxito.

El esquematizar la realidad del individuo mediante el análisis funcional da sentido a la información de los problemas que presenta el paciente, que en un principio pueden parecer muy complejos.

Esta guía o esquema ayuda al profesional sanitario a conocer más a la persona, sus síntomas, forma de actuar y vivir, así como sus expectativas, creencias y pensamientos acerca de su enfermedad Lo cual es de vital importancia para poder saber elegir las estrategias apropiadas de tratamiento.
Al analizar de esta manera los problemas que presentan los pacientes, también podemos derivar las pautas que indicaremos en el tratamiento, como se muestra en las diferentes técnicas cognitivo-conductuales desarrolladas a continuación.

Técnicas de control físico: relajación-respiración
Las estrategias de control físico, relajación muscular y respiración profunda potencian el control de las emociones negativas como la ansiedad, el enfado, el dolor o la ira.

Fundamento y descripción
La relajación es un estado fisiológico contrario o antagonista a la ansiedad y a cualquier otro estado emocional negativo. Una persona no puede estar ansiosa o enfadada y, al mismo tiempo, relajada2.

En estado de relajación se producen una serie de cambios en el organismo opuestos a los que se dan durante el estado de ansiedad: el ritmo cardíaco y la presión arterial descienden, la temperatura corporal aumenta, el nivel de tensión en los músculos se reduce, la respiración se lentifica y todas las funciones fisiológicas se desaceleran.

Puede ser de gran utilidad si se usa como instrumento de afrontamiento, para controlar y manejar la emoción negativa (ansiedad, enfado, ira, dolor, etc.) en el momento de sentirla.

Método de aplicación. Relajación muscular profunda
De todos los métodos útiles de relajación se aconseja la RMP por su facilidad de aprendizaje, por su accesibilidad en momentos de alta ansiedad y por su probado valor científico.

Es un método eficaz para controlar la tensión excesiva, como en la ansiedad, el dolor, el enfado o la depresión, entre otras.

La idea de la que se parte en esta técnica es teóricamente muy simple. Una enorme proporción de nuestro organismo es músculo, si conseguimos crear relajación en la musculatura, el resto del cuerpo, incluido el SNA, se inundará de relajación.

El método de aplicación consiste en dividir nuestro cuerpo en diferentes grupos musculares, provocar voluntariamente tensión contrayendo cada grupo, con intensidad lo suficientemente alta como para notarla claramente pero no llegar a sentir dolor y, a continuación, eliminar la tensión soltando los músculos contraídos para pasar a un estado de relajación. Este procedimiento, el ciclo de tensar y soltar es un instrumento para aprender a identificar y posteriormente provocar las sensaciones de relajación en nuestro cuerpo por medio del contraste.

La mejor postura para practicar la relajación es cómodamente sentado, con la cabeza, los brazos y las piernas apoyados, en posición semitumbada, en una habitación tranquila, con luz indirecta y, sobre todo, realizando el entrenamiento sin prisas ni interrupciones.

Referencias:
Compilado por Andrea Ortiz Picasso, 29 de Julio 2016.

Wikipedia
Beck Aaron – Introducción a la Terapia Cognitiva.
Camacho Javier – ABC de la Terapia Cognitiva