¿Moral o ética?
Humberto Maturana – Columna Publicada en la Revista Paréntesis.

Vivimos en nuestro país un momento en que hablamos mucho de moral, ética, valores, corrupción, fraude. Hablamos de enseñar valores, emociones ¿De qué hablamos? ¿Qué queremos enseñar?

Las palabras no tienen significado en sí mismas, no tienen significado propio desde ellas. Las palabras significan el hacer que evocan, connotan, guían o coordinan en las personas que las usan al participar en una conversación. Ver esto es fácil si uno atiende a las quejas que surgen ante malos entendidos, ya que éstos siempre aparecen como conductas contradictorias donde se espera que haya coincidencia en el hacer como resultado de coincidencia en el decir.

Bastaría mirar un diccionario para darse cuenta de lo que digo. En un diccionario podemos ver que la mayoría de las palabras aparecen con varios significados que se señalan indicando los distintos cursos de coordinaciones de hacéres en que participan. Sin duda a los hablantes de un idioma les parece que les basta oír una palabra para pensar que saben lo que ella significa en la circunstancia en que la oyen. Y en muchos casos es así, porque el que la oye y el que habla se hallan en un mismo fluir relacional, conductual y emocional, o el que escucha lo hace desde una presunción relacional que resulta adecuada porque hay cercanía cultural entre el o ella y el que habla. Pero, si no es así

Es en este contexto es que cabe la pregunta, ¿qué decimos o queremos decir al hablar de moral y al hablar de ética? Si miramos un diccionario este parece indicarnos que esas palabras en lo fundamental significan lo mismo al referirse a costumbres, valores, hábitos, normas, aunque con diferentes connotaciones. Yo pienso, sin embargo, que se trata de palabras que en su uso cotidiano nos orientan por cursos operacionales distintos de consecuencias relacionales muy divergentes. Veámoslo.

¿Qué escuchamos en nuestro vivir cotidiano cuando oímos decir que alguien ha tenido una conducta inmoral? Lo que en general se oye es que la persona aludida ha violado las costumbres, las normas o las reglas de conducta de la comunidad a que pertenece. En este oír la atención está puesta en las normas o reglas de conducta a la vez que en las posibles consecuencias en el espacio de las normas que su no cumplimiento podría traer. Las personas involucradas y/o afectadas tienen sólo una presencia secundaria en la preocupación del que se queja ante un acto de inmoralidad, pues lo que de hecho importa en esa situación son las normas, no las personas. En la queja por inmoralidad lo que se protege es una institución cuyas normas, leyes o costumbres han sido violadas.

Al hablar de ética sucede algo diferente. Lo que se escucha cuando alguien afirma que una persona ha tenido una conducta no ética es en general que la persona aludida ha tenido una conducta que ha resultado en el daño de otra u otras sabiendo que eso sucedería. En este escuchar la atención del que habla tanto como la del que escucha no está puesta en las costumbres, reglas, leyes o normas que pudieran o no haber resultado violadas, sino que en los personas involucradas y en lo que sucede con ellas. La emoción del que se queja ante lo que él o ella ve como una conducta no ética, es de enojo o de indignación por lo que él o ella ve o considera como falta de consciencia social en la persona cuya conducta se objeta, pues en este caso lo que importa son las personas, no las normas.

Esta diferencia de sentido en el vivir cotidiano de las nociones de moral y ética no es trivial. Se trata de nociones centrales que guían de manera consciente o inconsciente el fluir de nuestra convivencia social y nuestra conducta individual en nuestro quehacer como miembros de una comunidad humana. Es más aún, se trata de aspectos de nuestro convivir que otros ven porque de una manera u otra los afecta, y que nosotros mismos vemos porque nos revela y nos afecta recursivamente en nuestro vivir. Pero hay algo más interesante todavía. Cuando lo que nos importa son las normas o reglas en el quehacer de la comunidad a que pertenecemos nos comportamos como moralistas, cuando lo que nos importa es el bien-estar y el respeto por las personas, tenemos preocupaciones éticas. Si somos moralistas muchas veces justificamos nuestras conductas no éticas conscientes protegiéndonos con el argumento de que hemos cumplido con las normas o reglas que la comunidad tiene para ese quehacer. Si lo que de hecho nos importa es el bien-estar de los otros miembros de la comunidad podemos escoger no cumplir con las reglas o normas y tener una conducta inmoral bajo el argumento que su aplicación constituiría una conducta no ética.

Cuando una persona dice que su empresa ha prosperado bajo el amparo de la legalidad sin importarle las consecuencias negativas que su quehacer tiene en la comunidad que hace su quehacer posible, ¿qué clase de conducta tiene?

Hablamos de enseñar valores, moral, ética ¿De qué hablamos?… ¿Qué queremos enseñar?
Los dejo con este video reportaje para comprenderlo mejor: