El parto es quizás una de las experiencias de transición más traumatizantes que exista para el niño que nace. Es un fenómeno natural; yo, como mujer, entrego al niño a quien llevo. Los dolores del parto pueden estar conectados a diversos miedos, sobre todo los de sufrir y de dar a luz, al dolor acumulado con relación a mi propio niño interior.

Las dolencias o los sufrimientos también pueden proceder del hecho que el niño que va a nacer me recordará constantemente la realidad y la responsabilidad que quiero tener con relación a mi niño interior. Puedo alimentar inquietudes frente a esta parte mía compuesta de mi carne y de mi sangre de quien tomo la responsabilidad.

En esta situación, como en muchas otras, el parto trae diversas creencias más o menos fundadas, por ejemplo, el que hay que sufrir para parir (igual como para ser guapa!) Lo cual no necesariamente es verdad, sobre todo en los planos de consciencia superiores.

Los dolores pueden más bien traer en mí, sobre todo inconscientemente, el recuerdo doloroso de haber pasado del mundo de la luz al mundo más limitativo de la materia en un cuerpo físico. Varias preguntas pueden brotar también: ¿Qué pasará después del nacimiento de este hijo? ¿Seguiré siendo tan deseable para mi cónyuge? ¿Soy una buena madre? ¿Tiene mi hijo todo lo que necesita? ¿Es posible que no desee dar a luz porque estoy en un estado de felicidad, amada y más mimada por mi cónyuge?

De cualquier modo, dar a luz es una experiencia formidable. Permite mostrar realmente mi habilidad a enfrentarme a los momentos de transición y cambios futuros. Tengo fe sabiendo que tengo toda la fuerza y la energía necesarias para traer mi hijo al mundo y cuidarme de él adecuadamente.

Un parto prematuro es el que tiene lugar entre la semana veintinueve y treinta y ocho de la ausencia de las reglas. Cuando sucede éste, puede que no me sienta suficiente madura para llevar a este hijo a término y que desee de un modo no consciente, librarme de él antes que llegue a término.

Puede que quiera “rechazar” inconscientemente a este hijo, igual que yo misma puedo sentirme rechazada a veces. La angustia, incluso inconsciente, de tener que asumir una responsabilidad para la cual no estoy lista, o el hecho de no sentirme preparada, puede hacerme “desear ardientemente dar a luz lo antes posible” para acabar con esta angustia de la espera.

De todos modos, que quiero terminar con esta angustia o que reniegue de este hijo, este estado de consciencia se niega conscientemente. Me imagino el guión, yo, una mujer que renegase conscientemente a mi hijo? Es posible, pero esta situación se transforma la mayoría del tiempo en rechazo inconsciente de esta maravillosa experiencia. De cualquier modo, acepto que todo sucedió para lo mejor, para mí y para el niño por nacer