En la Antigua Grecia la palabra “persona” se empleaba para hacer referencia a las máscaras que llevaban los actores de teatro. Más adelante, en Roma, pasaría a usarse como sinónimo de “ciudadano”, designando principalmente los roles sociales de los individuos privilegiados e influyentes.

Con el tiempo, el término “persona” empezó a hacer referencia al individuo como ser diferenciado de su entorno. “Personalidad”, que se derivó de esta palabra, se utiliza desde la Edad Media para describir una serie de características que determinan las tendencias comportamentales de una persona.

Hacia una Definición

Representa la estructura psíquica de la persona, la forma como se revela por su modo de pensar y expresarse, en sus actitudes e intereses y en sus actos. Son patrones duraderos de percibir, relacionarse y pensar acerca del ambiente y de uno mismo. Los rasgos de personalidad son aspectos prominentes que se manifiestan en una amplia gama de contextos sociales y personales importantes. Los rasgos de personalidad sólo constituyen un trastorno de personalidad cuando son inflexibles y desadaptativos y provocan malestar subjetivo o déficit funcional significativo.

Este constructo psicológico refiere a un conjunto dinámico de características psíquicas, a la organización interior que determina el actuar de manera diferente ante una determinada circunstancia. El concepto puede definirse también como el patrón de actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a una persona, y que tiene una cierta persistencia y estabilidad a lo largo de su vida de modo tal que las manifestaciones de ese patrón en las diferentes situaciones posee algún grado de predictibilidad.

Algo de Historia

Ese concepto de «personalidad» que ya dijimos proviene del término «persona», denominación que se utilizaba en el latín clásico para la máscara que portaban los actores de teatro en la antigüedad paulatinamente se transfirió a otras esferas de la sociedad. En la Roma antigua, las «personas» eran solamente los ciudadanos, jurídicamente provistos de derechos (en contraste con los esclavos que no eran considerados personas, puesto que no podían decidir sobre su propio actuar, ni menos aún deliberar sobre el de los demás). Y no hablamos de ciudadanos comunes sino aquellos poderosos, los que gozaban de honra y el prestigio. Ellos eran los únicos poseedores de derechos.

Con la llegada de la Era Cristiana, el concepto de persona cambia de significado para poder significar el dogma de la Trinidad (Dios es uno sólo en cuanto a la naturaleza, pero trino en personas) y el dogma de la Encarnación (La segunda Persona de la Trinidad, asumió una naturaleza humana, sin dejar de tener una naturaleza divina. Esta unión se realiza «en la persona».
Así, persona pasa a significar, según la definición clásica del filósofo cristiano Boecio a la sustancia individual de naturaleza racional, y según Tomás de Aquino al «subsistente distinto en naturaleza intelectual». Se diferencia a la naturaleza, que significa una esencia común a muchos (por ejemplo, «hombre») de la persona que designa al individuo de esa naturaleza en lo que tiene de propiamente individual.

Hoy en día todo individuo de naturaleza humana es persona, independientemente de sus circunstancias biográficas, genéticas, sociales o económica, y es un individuo dotado de una especial dignidad. En los filósofos escolásticos, la palabra personalidad («personalitas») se utilizaba para designar aquella perfección poseyendo la cual un determinado individuo es persona.

En el sentido coloquial actual es prácticamente un sinónimo de «ser humano». En el contexto de este desarrollo conceptual, la aparición del adjetivo «personal» facilitó el desarrollo del sustantivo «personalidad», utilizado para designar la totalidad de características «personales» que interactúan dinámicamente entre sí para producir aquél estilo relativamente estable de desenvolverse individual y socialmente que un individuo posee.

No debe confundirse el concepto de persona con el de personalidad. Mientras que el primero designa al individuo en su totalidad, el segundo designa un aspecto suyo, el conjunto organizado de sus disposiciones a la operación.

Referencias:
Compilado por Andrea Ortiz Picasso

Echavarría, M.F. (2010). «Persona y personalidad. De la psicología contemporánea de la personalidad a la metafísica tomista de la persona». Espíritu 59 (139): 207-247.
Bermúdez Moreno, José; Pérez García, Ana María; Sanjuán Suárez, Pilar (2003). Psicología de la personalidad: Teoría e investigación. Madrid: UNED. ISBN 84-362-4875-9.
Feldman Robert S. Psicología con aplicaciones en países de habla hispana (2009)
McCrae RR. (1991) The five-factor model and its assessment in clinical settings Journal of Personality Assessment