Cualidad de dominio sobre el otro, o bien de domino sobre sí mismo, desde la acepción de: yo puedo.

Desde el enfoque ontológico el poder es una manifestación visible a través de nuestro lenguaje. Veamos estos conceptos volcados en el paper de Marta Magnus.

Conversar = transformarnos juntos.
Una danza entre el hablar y el escuchar, y entre el escuchar y el hablar.

Diseñando Conversaciones

Los quiebres generalmente llaman a la acción, y es a través de la acción que restauramos la transparencia quebrada y nos hacemos cargo de las consecuencias del quiebre. Existen diferentes tipos de conversaciones que pueden suscitarse luego de un quiebre, las cuales nos dirán si estamos moviéndonos hacia la acción o hemos caído en el inmovilismo. Luego, podemos diseñar las conversaciones que deben tener lugar para abordar un quiebre en forma efectiva.

1. Conversación de juicios personales

Una vez declarado un quiebre, generalmente entramos en una cadena de juicios a través de los cuales interpretamos lo que sucedió y las consecuencias que derivan de ello. Esa conversación se limita a enjuiciar el quiebre pero no nos mueve todavía a hacernos cargo de él. Y allí podríamos quedarnos de por vida, emitiendo uno y otro juicio y generando largas historias a partir de él, buscando dar el sentido, explicar porqué las cosas sucedieron como sucedieron. De esa forma no generamos el tipo de acción capaz de restaurar la satisfacción y la transparencia perdida en el quiebre.

Un mismo tipo de quiebre produce juicios muy diferentes en diferentes personas, y podemos observar el tipo de juicios que las personas hacen al enfrentar un quiebre de acuerdo a tres dominios diferentes:
– Dominio de la responsabilidad – A quién uno hace responsable del quiebre, ¿a uno mismo o al mundo?
– Dominio de la inclusividad – Cada quiebre acontece en un dominio particular de la vida de las personas. Hay quienes restringen sus juicios al dominio particular que corresponde a lo sucedido, pero hay otros que utilizan el quiebre para una (des)calificación global.
– Dominio de la temporalidad – Cada quiebre acontece en el tiempo y tiene consecuencias en el tiempo. Para algunos, las consecuencias del quiebre serán permanentes y no hay cómo modificarlas, mientras que para otros los juicios que hacen a partir del quiebre son sólo aplicables a la ocasión involucrada y las consecuencias operan en una temporalidad acotada.
“Dime cómo enjuicias tus quiebres y te diré cómo eres” (uno de los recursos centrales del coaching ontológico).

2. Conversación para la coordinación de acciones

Conversación que actúa directamente sobre el quiebre, con la cual generamos acciones futuras para hacernos cargo del quiebre existente. Su objetivo es lograr que algo pase, es intervenir en el estado actual de las cosas.

Los actos lingüísticos que permiten que surjan nuevas realidades son los pedidos, ofertas, promesas y declaraciones. Una de las formas más efectivas de encarar los quiebres es pedir ayuda. Saber pedir ayuda es una competencia fundamental en la vida, y las consecuencias de no hacerlo suelen ser la prolongación del sufrimiento, la inefectividad, el aislamiento.

Hay dos clases de razones comprensibles para no iniciar esa conversación:
– Cuando no sabemos qué acción realizar o qué hacer primero.
– Pese a que sabemos qué podríamos hacer/pedir, tenemos el juicio de que la persona con la cual deberíamos tener esa conversación no está abierta a sostenerla (o hay miedo a que esa conversación genere quiebres aún más serios si se inicia).

3. Conversación para posibles acciones

Cuando no sabemos qué acciones realizar para tratar un quiebre, podemos iniciar ese tipo de conversación, la cual no aborda directamente la coordinación de acciones para enfrentar el quiebre en cuestión, sino que se orienta hacia la acción de especular acerca de y explorar nuevas acciones posibles, nuevas posibilidades que nos lleven más allá de lo que en el momento logramos discurrir.
A diferencia de la conversación de juicios personales, esta tiene el compromiso de encontrar maneras de cambiar el curso actual de los acontecimientos (lo que predomina es la necesidad de acción y no la necesidad de conferirle sentido – “qué hacer” y no “por qué ocurrió esto”).

4. Conversación para posibles conversaciones

Cuando juzgamos que no podemos sostener una determinada conversación con alguien, aún podemos tener una conversación acerca del hecho de que consideramos que no podemos tener esa conversación. Aún podemos sostener una conversación no acerca del quiebre primitivo que está en juego, sino acerca del quiebre de no ser capaz de abrir o concluir la conversación que a nuestro juicio debiéramos sostener.

Ese tipo de conversación requiere colocarse desde la emocionalidad del respeto mutuo. Toda conversación, como señala Humberto Maturana, es una trenza entre lenguaje y emocionalidad – y si nuestro estado de ánimo no se ajusta al tipo de conversación que deseamos sostener, será muy difícil llegar a conversar.

5. Conversaciones de reclamo

Además de las conversaciones revisadas en el documento anterior, Echeverría presenta algunos otros espacios para abrir posibilidades en la relación con nosotros mismos y con los otros.

Recordemos …
Cuando a un pedido / ofrecimiento nos respondieron sí, se genera una promesa. Ante una promesa no cumplida podemos realizar un reclamo.

Una alternativa es examinar si nuestra decisión de no hablar y mantener nuestra acusación en silencio está fundada. Si nos decidimos por hablar, una forma frecuente de hacerlo es la recriminación o la queja. La recriminación es una variante de lo que anteriormente llamáramos «una conversación de juicios personales». Al recriminar a alguien, lo que hacemos es culpar al otro por lo sucedido y avasallarlo con juicios. Ello puede servirnos de desahogo y ayudarnos a liberarnos de nuestra rabia.

Sin embargo, al optar por la recriminación, lo que obtenemos como respuesta de parte del otro es, a menudo, el rechazo de nuestra interpretación de los hechos, el intento de mostrarnos nuestra propia culpabilidad en lo sucedido y otra avalancha de juicios personales. Una conversación basada en la recriminación mutua tiende a caldearse aceleradamente y frecuentemente no genera acción reparadora alguna.

En el trayecto, la relación entre las dos personas suele terminar deteriorada.

Existe otra forma de hacernos cargo de nuestro resentimiento al hablar. A diferencia de la recriminación que [es] una variante de «la conversación de juicios personales», esta alternativa es una variante de «la conversación para la coordinación de acciones». Nos referimos al reclamo.
El reclamo procura tomar las acciones que son conducentes a eliminar la causa del resentimiento. Ver un ejemplo de conversaciones de Reclamo.

Las organizaciones como unidades lingüísticas

Las organizaciones son fenómenos lingüísticos: unidades construidas a partir de conversaciones específicas, que están basadas en la capacidad de los seres humanos para ejecutar compromisos mutuos cuando se comunican entre sí.
Una empresa es una red estable de conversaciones. Como tal, genera una identidad en el mundo que trasciende a sus miembros individuales. Sin lenguaje no podríamos construir organizaciones.

La estructura lingüística de las organizaciones
De qué manera las conversaciones integran a los miembros individuales de una organización en una unidad particular:

1. Cada unidad está especificada por sus límites. Lo que nos permite distinguir una unidad es el hecho de que podemos separarla de su entorno. Los límites de una empresa corresponden a una línea trazada por el lenguaje a través del poder de alguien para hacer una declaración.

2. La estructura de una empresa está construida como una red de promesas mutuas. Cada persona está ligada a la organización por compromisos específicos y es responsable de cumplir con algunas condiciones de satisfacción determinadas. Esta red de promesas es lo que le permite a una empresa cumplir sus propias promesas como entidad en el mercado.

3. Los miembros de una organización desempeñan sus acciones sobre la base de un trasfondo compartido. Al producir trasfondo compartido, los miembros de una organización generan condiciones sinérgicas que ahorran tiempo y recursos a la empresa. Ese trasfondo compartido es producido por un permanente hilado de conversaciones. Desde ese trasfondo, la identidad personal de la gente se entremezcla con la identidad de la empresa. Eso es lo que se conoce como “cultura de la empresa”.

4. El compartir un futuro común. Las organizaciones también desarrollan condiciones sinérgicas al circunscribir las acciones de sus miembros en una visión compartida, una historia común acerca de lo que es posible y un compromiso compartido de realizar esa visión en conjunto. El futuro compartido permite que aquellos que laboran en la empresa ejecuten acciones desde una base consensual, compartiendo inquietudes comunes y aspirando a metas comunes. A esto se le suele llamar “acuerdo sobre dirección”. La dirección compartida hace innecesario el explicitar constantemente las inquietudes y metas de la empresa. Nuevamente, ahorra tiempo y recursos y aumenta la productividad de la empresa.

El poder en la sociología

El término poder, como sinónimo de fuerza, capacidad, energía o dominio, puede referirse a:

  1. La capacidad de hacer o ser algo;
  2. La capacidad de ejercer un dominio hegemónico sobre uno y/o varios individuos;
  3. La habilidad de influir sobre uno y/o varios individuos;
  4. Indicar la autoridad suprema reconocida en una sociedad.

En política y sociología, el poder puede ser percibido ocasionalmente como hegemónico y autoritario, aunque el ejercicio del poder de una manera o de otra es aceptado en todas las sociedades humanas. Ha existido cierto debate sobre cómo definir exactamente poder, por lo que diversos autores han propuesto definiciones diferentes. Una definición clásica propuesta por M. Weber es la siguiente:

Por poder se entiende cada oportunidad o posibilidad existente en una relación social que permite a un individuo cumplir su propia voluntad.

Sin embargo, existen discrepancias sobre cómo definir poder. Gran parte del debate sociológico reciente sobre el poder gira en torno al problema de su definición, y su naturaleza como constrictiva o como permisiva. Así, el poder puede ser visto como un conjunto de formas de constreñir la acción del ser humano, pero también como lo que permite que la acción sea posible, al menos en una cierta medida. Gran parte de este debate está relacionado con los trabajos de Michel Foucault, quien, siguiendo a Maquiavelo, ve al poder como «una compleja situación estratégica en una determinada sociedad». Siendo puramente estructural, su concepto involucra tanto las características de constricción como de facilitación. Para Max Weber la sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de las organizaciones.

Es importante señalar que para Weber el concepto de poder está relacionado al concepto de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia.

Un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relación auténtica de autoridad.

Max WeberEconomía y Sociedad.

Su discípulo Robert Michels advirtió que en las organizaciones modernas, tanto privadas como estatales, se tiende a quedar bajo el control de reducidos, pero poderosos grupos políticos o financieros. Aunque los líderes son elegidos democráticamente, según Michels, con la mejor intención, por las dos partes, se observa una tendencia a integrarse en élites del poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y posiciones a toda costa. En otras palabras podría decirse que en la actualidad corremos el peligro de que las élites del poder, nacidas en la sociedad a través de procedimientos legítimos, entren en un proceso mediante el cual el poder aumenta y se perpetua a sí mismo retroalimentándose y produciendo, por tanto, más poder.

Los diferentes significados del Poder están analizados por Eric Wolf. El autor propone cuatros distintas dimensiones del poder: personal, relacional, organizativa y estructural. La primera dimensión de poder, la personal, es interpretada como pura y simple capacidad del individuo, sin poner énfasis en las direcciones y formas que puede asumir el poder. La segunda dimensión la relacional, es la capacidad de un individuo de imponer su voluntad a otro o grupos de personas, sin enfrentar donde estas iteraciones se mueven. La tercera organizativa, es el control de un individuo sobre una unidad organizativa determinada, que a su vez influye otro individuo. Por último Wolf individua la forma estructural, el poder que organiza y dirige una unidad y las direcciones de energías.

La imposición no requiere necesariamente de la coacción (fuerza o amenaza de fuerza). Así, el «poder» en el sentido sociológico incluye tanto al poder físico como al poder político, al igual que muchos otros de los tipos de poder existentes.

Se podría definir el «poder» como la mayor o menor capacidad unilateral (real o percibida) o potencial de producir cambios significativos, habitualmente sobre las vidas de otras personas, a través de las acciones realizadas por uno mismo o por otros. Pero por otra parte, al decir de Paulo Freire, el poder debe alojarse en la cabeza del dominado y llevarle a considerar como natural lo que desde el nacimiento se le está imponiendo.

Las leyes del poder son una interpretación de la evolución usada por individuos, con la finalidad de permitir al individuo desarrollarse al más alto nivel de confort que pueda alcanzar en su marco social.

El ejercicio del poder es endémico en los humanos, como seres sociales y gregarios que son.

Nótese que en castellano «poder», al igual que en francés, pouvoir, no solamente es un sustantivo, sino también el verbo «ser capaz de». En inglés, el nombre «poder» se traduce como power, que también significa «potencia», lo que indica una cierta capacidad virtual o potencial. En alemán, en cambio, la palabra para designar «poder» es Macht, cuya raíz etimológica es machen, que significa «hacer». De manera bastante interesante, la palabra del mandarín que significa poder también deriva de una forma verbal con el sentido «ser capaz de», neng (能). Nengli (能力), «poder», significa literalmente «la fuerza de ser capaz de».

Tipos y fuentes del poder

El poder puede ser detentado (ilegalmente) u obtenido (legalmente) gracias a:

La fuerza (violencia, coacción): «el origen de todo poder es la violencia». Según Max Weber, «el Estado es aquella comunidad humana que ejerce (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima dentro de un determinado territorio»

La persuasión (directa, indirecta, subliminal; por persuasión moral, incluyendo a la religión).

Una autoridad delegada (por ejemplo, en un proceso democrático).

La influencia social o la tradición; la presunción de tenencia de unas determinadas habilidades o cualidades, sean éstas ciertas o no.

La pertenencia a una determinada clase social.

Un carisma personal o colectivo (estrategia que uso Hitler para obtener el poder en Alemania, y que resultó exitosa)

Una pericia o habilidad (un «saber-hacer»): por ejemplo, el poder del ingeniero que es capaz de diseñar una máquina.

El conocimiento (enseñándolo o no revelándolo, compartido o guardado en secreto). Una persona al tener conocimiento es capaz de engañar o persuadir a otras personas, para que crean que todo lo que él hace esta bien.

La comunicación.

El dinero: control a través de la propiedad de los medios de producción, poder financiero, etc. En las relaciones personales: dominación/sumisión.

Teorías del poder

El pensamiento de Friedrich Nietzsche se encuentra en la base de la mayoría de los análisis del poder del siglo XX. Nietzsche difundió la idea de la «voluntad del poder», lo que el vio como la dominación de otros humanos, así como el control sobre el propio entorno del grupo o persona que ejerce el poder.

Algunas escuelas de psicología, de manera señalada las asociadas con Alfred Adler, colocan las dinámicas de poder como el núcleo central de su teoría (mientras que las escuelas freudianas ortodoxas colocarían, en cambio, la sexualidad).

La teoría de la elección racional

La teoría de juegos, con sus orígenes en la teoría de la elección racional, está siendo usada de manera creciente en varias disciplinas para ayudar al análisis de las relaciones de poder.

En la teoría de la elección racional, los individuos o grupos pueden ser modelados como ‘actores’ que eligen de un ‘conjunto de elecciones’ de posibles acciones, con la finalidad de intentar y conseguir los resultados deseados. La ‘estructura incentiva’ de un actor comprende sus creencias sobre los costes asociados con las diferentes acciones de cada elección, y las probabilidades de que cada acción lleve al resultado deseado.

En esta teoría se puede diferenciar entre:

Poder de resultado: la capacidad de un actor de conseguir o ayudar a conseguir resultados; y

Poder social: la capacidad de un actor de cambiar las estructuras incentivas de otros actores a fin de conseguir resultados.

El poder social, por su parte, se define como: la influencia potencial de algún agente de influencia O, sobre alguna persona P. La influencia se define como un cambio en la cognición, en la actitud, en la conducta o en la emoción de P que se puede atribuir a O. (Collins y Raven, 1969).

Este sistema puede ser usado para modelar una amplia variedad de interacciones sociales donde los actores tienen la capacidad de ejercer poder sobre otros. Por ejemplo, un actor ‘poderoso’ puede tomar opciones del conjunto de elecciones de otro actor; puede cambiar los costes relativos de las acciones; puede cambiar la probabilidad de que una acción dada lleve a un resultado dado; o podría simplemente cambiar las creencias del otro sobre su estructura incentiva.

Como en otros modelos de poder, esta teoría es neutral con respecto al uso de la coacción. Por ejemplo, una amenaza de violencia puede cambiar los costes y beneficios probables de diferentes acciones; así sucedería en un castigo económico de un contrato «voluntariamente acordado», o en una oferta amistosa.

Marxismo

Siguiendo a la tradición marxistaAntonio Gramsci elaboró el papel de la hegemonía cultural en la ideología como un medio de reforzar el poder del capitalismo y del estado nación. Gramsci consideró el poder como algo ejercido de un modo directo y público, y el poder de la burguesía como su capacidad de mantener al proletariado en su situación socio-económica.

Foucault

Uno de los análisis modernos más amplios sobre la importancia del poder en la actividad humana proviene de los trabajos del filósofo francés Michel Foucault: «El poder se encuentra en todos los sitios… porque no proviene de ningún sitio.»

El análisis del poder efectuado por Foucault se fundamenta en su concepto de «tecnologías de poder«. La disciplina es un bagaje complejo de tecnologías de poder desarrolladas durante siglos, como Foucault afirmaría en Vigilar y castigar (1975). Para Foucault, el poder es ejercitado con una determinada intención. Pero en vez de analizar el problema del delicado asunto de quién tiene qué intenciones (honestamente), se centra en discernir cuál es la intersubjetividad aceptada sobre cómo ejercitar el poder. Para Foucault, el poder son acciones sobre otras acciones a fin de interferir con ellas. Foucault no recurre a la violencia, sino que afirma que el poder presume libertad en el sentido en que el poder no es forzar, sino formas de hacer que la gente se comporte por sí misma de modo distinto de cómo lo hubiesen hecho de otra manera. Un modo de realizar esto es mediante la amenaza con violencia. Pero tratar de convencer a alguien de lo contento que se sentirá si adquiere un determinado producto, es también una forma de ejercitar el poder, y en el marketing hay un gran conocimiento de cómo (intentar) efectuar este cambio de comportamiento.

Los trabajos de Foucault analizan la relación entre poderconocimiento. El filósofo francés subraya las formas de poder disimulado: así, Foucault afirma que los sistemas de creencias ganan ímpetu (y por tanto poder) cuando un mayor número de gente acepta los puntos de vista asociados con el sistema de creencias como conocimiento general (hegemonía). Tales sistemas de creencias definen su autoridad, como los médicos (en el sistema de creencias de la medicina occidental) o los curas (en el sistema de creencias de la religión católica). Con tales sistemas de creencias, las ideas cristalizan como correctas o incorrectas, como normales o desviadas. En un determinado sistema de creencias, las ideas y las acciones se convierten en impensables. Estas ideas, consideradas como «verdades» irrefutables, definen una particular manera de ver el mundo, y se encuentra normalizado un particular modo de vida asociada con estas «verdades».

Esta sutil forma de poder carece de rigidez, y otros ensayos pueden contestarla. Así, al poder le falta alguna forma concreta, al ocurrir como un escenario de lucha. La resistencia, a través del desafío, define el poder y por lo tanto es sólo posible a través del poder. Sin resistencia, el poder está ausente, aunque según algunos autores recientes sería erróneo atribuir a Foucault un esquema de oposición poder-resistencia como se encuentra en otros teóricos fundacionalistas.

«Se necesita sin ninguna duda ser nominalista: el poder no es una institución, ni una estructura; tampoco es una cierta fuerza con la que estemos dotados; es el nombre que le damos a una situación estratégica compleja en una sociedad determinada.» (Foucault, ‘Historia de la sexualidad’)

«La dominación [no es] ese tipo de dominación sólida y global que una persona ejerce sobre otras, o un grupo sobre otro, sino las muchas formas de dominación que pueden ser ejercidas en el interior de una sociedad.» (Foucault, ídem).

Las tesis de Foucault sobre el poder, se desarrollan en tres apartados

• El poder no es esencialmente represivo; puesto que incita, suscita, produce.

• Se ejerce más que se posee; dado que no posee una forma definida; «el poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos, y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias»…

• Pasa por los dominados tanto como por los dominantes; ya que pasa por todas las fuerzas en relación. (DELEUZE, Guilles. (1987) Foucault. Ediciones Paidos. Barcelona España)

Parsons

Para Parsons la función esencial del poder es la de servir como medio simbólico generalizado de intercambio del sub-sistema político, es decir, es la capacidad generalizada de asegurar el desempeño (la puesta en marcha) de obligaciones vinculantes por unidades del sistema de organización colectiva para el logro de fines colectivos. En la propuesta conceptual de Parsons el dinero es al sub-sistema económico lo que el poder es al sub-sistema político. Éste esquema conceptual de sub-sistemas de la sociedad ha quedado resumido en lo que se ha denominado el paradigma AGIL.

Las cinco formas bases del poder

Las cinco formas bases del poder fueron propuestas por los psicólogos sociales John French y Bertram Raven, en un estudio de 1959. Desarrollaron un esquema de cinco categorías de poder que reflejarían las diferentes bases o recursos sobre las que se apoyan los que ejercitan el poder.

Poder legítimo: el poder legitimado se refiere al poder de un individuo o grupo gracias a la posición relativa y obligaciones del jefe dentro de una organización o sociedad. El poder legitimado confiere a quien lo ejerce una autoridad formal delegada.

Poder de referencia: el poder de referencia se refiere a la capacidad de ciertos individuos para persuadir o influir a otros. Está basado en el carisma y las habilidades interpersonales del que ostenta el poder. Aquí la persona sometida al poder toma como modelo al portador de poder y trata de actuar como él.

Poder experto: el poder experto es el que deriva de las habilidades o pericia de algunas personas y de las necesidades que la organización o la sociedad tienen de estas habilidades. Al contrario de las otras categorías, este tipo de poder es usualmente muy específico y limitado al área particular en la cual el experto está cualificado.

Poder de recompensa: el poder de recompensa depende de la capacidad del líder de otorgar recompensas materiales; se refiere a cómo el individuo puede dar a otros como recompensa algún tipo de beneficios, como: tiempo libre, regalos, promociones, incrementos de sueldo o de responsabilidad.

Poder de coacción: el poder de coacción se basa en la capacidad para imponer castigos por parte de quien lo ostenta. Puede asimilarse a la capacidad de eliminar o no dar recompensas y tiene su fuente en el deseo de quien se somete a él de obtener recompensas con valor, pero bajo la forma negativa del temor a perderlas. Ese miedo es lo que, en último término, asegura la efectividad de ese tipo de poder. El poder de coacción, no obstante, tiende a ser la menos efectiva de todas las formas de poder, al generar resentimiento y resistencia.

La Sociología del Poder

«La propuesta de Sociología del Poder  nace de la voluntad de comprender mejor la realidad social a la que nos enfrentamos. En muchas ocasiones, el análisis que se hace de ella nos dejaba preguntas por formular y respuestas insatisfactorias, por lo que creímos necesario construir nuevas herramientas teóricas que nos permitieran avanzar. Sobre todo, teniendo en cuenta que muchas de las teorías académicas dominantes han servido a las élites actuales para justificar unas decisiones claramente perjudiciales para la población, lo que se puede ver claramente por ejemplo en la hegemonía del neoliberalismo.

A lo largo de la historia, la mayoría de las sociedades ha generado modelos de organización jerarquizados en sus relaciones políticas, sociales y económicas. Una sociedad jerarquizada es un sistema social compuesto por unos actores que establecen relaciones entre sí, de acuerdo a su capacidad para disponer de determinados recursos. De este modo, para analizar la estructura del poder de una sociedad es necesario identificar la tipología de los actores y su relevancia, las dinámicas que rigen las relaciones entre estos, los recursos de poder de que disponen, así como su respectivo peso en la sociedad.

Respecto a los actores, la creación de jerarquías conlleva inevitablemente la división de los miembros de la sociedad entre gobernantes y gobernados o, como se define en nuestro marco teórico, entre élites y población. La segunda se encuentra en la base de la pirámide social y generalmente está sometida a las decisiones de las élites, excepto en momentos puntuales en los que se convierte en actor. La división entre élites y población se fundamenta en los distintos objetivos e intereses que guían a cada uno de los grupos. Por una parte, el interés de las élites debe definirse en términos de poder. Su objetivo prioritario será siempre mejorar su posición en la jerarquía compitiendo con las demás élites. La relación que se establece entre las élites es de competición circular, sin fin, pues sus aspiraciones son siempre relativas, al medirse constantemente con la posición del resto de actores. El interés de las élites es entonces lo que definimos como «acumulación diferencial de poder», es decir acumular más poder que sus competidoras. Esta competición por la acumulación de poder se produce en todos los ámbitos de la sociedad. Además, la formación de élites implica inevitablemente competencia por el control de recursos de poder, ya sean estos políticos, económicos, informativos, coactivos, ideológicos, o de cualquier otro tipo. Respondiendo a este análisis, nuestra concepción del poder está ligada al propio proceso competitivo, y entendemos que el poder acumulado es un poder efectivo en la medida en que es útil para acumular más poder.

Por otra parte, definimos como «relaciones de poder lineales» las relaciones que establece la población cuando es capaz de identificar de forma consciente sus necesidades y se moviliza para alcanzarlas. En estos casos, los objetivos del actor «población» no son relativos y, por lo tanto, cuando se consiguen la relación de poder se extingue. El carácter lineal de dichas relaciones deriva del hecho que se puede marcar un principio —el momento en el cual el proceso de toma de conciencia evoluciona en acción colectiva—, y un fin —cuando la movilización tiene éxito y se consiguen las reivindicaciones o cuando es derrotada y se abandona la acción—.

Por consiguiente, el análisis de los sistemas sociales nos obliga a identificar cuándo una relación de poder es lineal o circular. Dicho de otra forma, es necesario identificar cuándo los actores tienen objetivos e intereses concretos en términos de mejora de su condición de vida, y cuándo los actores tienen como objetivo prioritario la acumulación diferencial. De este modo descubrimos cómo en el análisis de las sociedades, si bien son las relaciones lineales las que dibujan el progreso y las transformaciones, son las relaciones circulares las que predominan, dirigidas por unas élites que se aferran a su posición de poder, contribuyendo así a largos períodos de continuidad y estancamiento en la historia.

Otro elemento fundamental de la Sociología del poder son los recursos de los que disponen los actores y su relevancia en el seno de la sociedad. Los recursos que utilizan las élites para competir por la acumulación diferencial de poder, o la población para luchar por sus objetivos, varían en función del sistema que se analice y de su estructura. Los recursos principales en la mayoría de los sistemas contemporáneos son el Estado, el capital, la ideología, la información, la coacción y la misma población. Sin embargo, eso no implica que no existan otros recursos como pueden ser los partidos o las corporaciones, que en algunos sistemas llegan a tener un papel central. El peso de cada recurso, relacionado con la coyuntura y los procesos de acumulación de cada momento, determina su posición primaria o secundaria». (Izquierdo, F. y Lampridi-Kemou, A. (2009))

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