La risa —y el humor—, como tema de estudio, presenta el problema de que puede abordarse desde muchas perspectivas y muchos campos (medicina, ciencias biológicas, psicología, ciencias humanas). Por este motivo, se han planteado numerosas teorías, algunas contradictorias entre sí. Ralph Piddington (1963)​ consideraba que faltaban criterios y teorías comunes, probablemente debido a la complejidad del fenómeno.

Actualmente existen puntos en común, pero a lo largo de la historia han existido muchas discrepancias y concepciones diferentes​ de algo tan, paradójicamente, íntima y genuinamente humano.

Según la tradición de los Ainos, un grupo étnico del norte de Japón, «en los orígenes de la humanidad las mujeres no menstruaban, sino los hombres». Los bantúes de África meridional, ante la inminencia de algún peligro grave, efectúan un ritual en el que las mujeres jóvenes se visten de hombres y realizan las tareas de los pastores para la diversión —y la distensión— de todos. Según se cuenta que observó Knud Rasmussen, los niños esquimales Netsilik Inuit celebraban juegos en los que imitaban a los hechiceros de la comunidad, empleando las mismas fórmulas para alejar los malos espíritus, lo cual desataba la risa incontrolada de los adultos.

En todos los casos, la blasfemia no produce horror entre el público, sino la risa, bajo el sobreentendimiento de que los dioses o los espíritus saben comprender una broma.

En la Antigua Grecia las primeras referencias a la risa en la Antigua Grecia podemos encontrarlas en Heráclito. Sobre la risa en grecia hemos dedicado un artículo completo.

Antigua Roma

Escultura «Saturnalia», por Ernesto Biondi. Jardín Botánico de Buenos Aires.

A diferencia del griego clásico, el latín solo contiene una palabra para la risa, «rīsŭs», de la que deriva la que actualmente usamos. No obstante, fueron los romanos quienes además añadieron al vocabulario la palabra «subrīsŭs» (‘risa para los adentros’, ‘risa secreta’). Según Jacques Le Goff (1994), probablemente fue en el siglo XII, cuando cambiaron las costumbres y usos, que la palabra adquirió el actual significado de ‘sonrisa’.

Los romanos eran asiduos a espectáculos de derroche pasional. Para horror de las personas del siglo XXI, las luchas de gladiadores y el sacrificio de presos eran, entre otros, espectáculos que producían diversión en las masas; asimismo, en los festejos romanos más o menos licenciosos, consagrados al dios Saturno en los saturnales, se subvertían las clases sociales: los esclavos daban órdenes a sus amos y éstos les servían a la mesa,​ y en las bacanales los participantes terminaban ebrios y daban rienda suelta a sus instintos.

Quintiliano, en el siglo I, propuso una diferenciación de la risa en risa real y risa simulada. Según este autor, la risa simulada presentaba la característica de que la simulación se hacía explícita con el objeto de que el interlocutor advirtiese que no se trataba de una risa real. Actualmente aún vemos ese tipo de risa como respuesta a frases cotidianas, como «encantado de conocerle».

En el Cristianismo

Adán y Eva (1528). Óleo sobre tabla de Lucas Cranach el Viejo.

En el Antiguo Testamento aparecen dos palabras para la risa, que probablemente se correspondan con sendas palabras hebreas«sakhaq», que significa ‘risa feliz’, e «iaag», ‘risa burlona’.​ En el lenguaje actual, corresponderían a «reírse con alguien» y «reírse de alguien».

Es enriquecedor para la comprensión de determinados pasajes de la Biblia la distinción entre ambas palabras. Por ejemplo, en Génesis 17, en que Dios promete un hijo a Abraham, encontramos:

San Sebastián. Obra de Berruguete.

También dijo Dios a Abraham: —Tu esposa Sarai ya no se llamará así. De ahora en adelante se llamará Sara. La bendeciré, y te daré un hijo por medio de ella. Sí, yo la bendeciré. Y será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos. Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y se rió, mientras pensaba: «¿Acaso un hombre de cien años puede ser padre? ¿Y acaso Sara va a tener un hijo a los noventa años?».

Génesis 17:15-17

En este caso, la palabra utilizada para la risa es «iaag». En Génesis 18 también puede encontrarse el uso de dicha palabra:

Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación. Por eso Sara no pudo contener la risa, y pensó: «¿Cómo voy a tener ese gusto, ahora que mi esposo y yo somos tan viejos?». Pero el Señor dijo a Abraham: —¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad? ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo. Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo: —Yo no me estaba riendo. Pero el Señor le contestó: —Yo sé que te reíste. Génesis 18:11-15

El asentamiento del cristianismo modificó la concepción de lo que era oficialmente lícito y lo que no a todos los niveles de la sociedad. El mundo pasó a ser un lugar de sufrimiento, y tal forma de afrontar la vida perduró durante varios siglos.

El origen de tal severidad probablemente se remonta al Antiguo Testamento. En él encontramos pasajes que relacionan la risa con la necedad:

El tonto se ríe a carcajadas; el sabio, cuando mucho, sonríe suavemente. Eclesiástico 21:20

Vale más oír reprensiones de sabios que alabanzas de necios. Las risas del necio se parecen al crujir de las zarzas en el fuego, y también son vana ilusiónEclesiastés 7:5-6

S. S. Averintsev trata de descubrir si realmente Jesucristo nunca se rio. En palabras del filósofo, «se libera aquel que todavía no está libre». La risa —argumenta—, desde un punto de vista filosófico, es una liberación. Por lo tanto, Jesucristo —que según la Biblia poseía la plenitud total de la libertad antes de su vida terrenal— debía ser solemne en su forma de comportarse. La investigadora literaria Graciela Cándano Fierro se pregunta «si Adán se habría reído alguna vez», y concluye que «el rostro de Adán debió de estar poseído por un gesto de arrobamiento, de alegría extática, característica —en nuestro mundo de sufrimiento— de los santos o los mártires, tal como el rostro de Juana de Arco en la hoguera o San Sebastián asaeteado: un gesto entre el dolor y la risa, expresado principalmente por la boca y los ojos». El pecado original convirtió a Adán en un ser mortal, y, entre otras cosas, riente.

Del Medievo a la actualidad

 
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Erasmo de Rotterdam. Pintura del siglo XVI.

Las ideas sobre la interpretación de la risa en las Santas Escrituras fueron recogidas por clérigos como, entre otros, Efrén de Siria (306-373), quien escribió en contra de las risas de los monjes. Crisóstomo, según se cuenta, declaró a su vez que las burlas y la risa no provenían de Dios, sino del pueblo, y condenó a los arrianistas por haber incorporado al oficio religioso el canto, la gesticulación y la risa.

La concepción de la vida en la Edad Media, absolutamente dominada por la Iglesia católica, desde el punto de vista de la cultura oficial se reducía a un «valle de lágrimas». En las Reglas Monásticas del siglo V, en el capítulo «Taciturnas», dedicado al silencio, puede leerse:

El bufón que ríe. Pintura anónima del siglo XV.

La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es gravísima violación.

Taciturnas

En el siglo VI, San Benito consideraba la risa como rompedora del silencio y opuesta a la humildad y caridad cristianas. El Regula Magistri, en el capítulo sobre el cuerpo humano, dice lo siguiente:

Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, como sea, que se exprese. O sea que, entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor. Regula Magistri

Gautier de Châtillon, uno de los poetas más importantes del siglo XII, escribe:

Nostri moris esse solet, quando festum turbas olet, loqui lingua clerici, ne, si forte quid dicamus, unde risum moveamus, cahinnentur laici.

In conventu laicorum reor esse non decorum proferre ridicula, ne sermone retundamus aut exemplo pervertamus mentes sine macula.

En estos versos, el poeta cuenta que, según los clérigos coetáneos, en las reuniones populares, la gente —campesinos pobres e ignorantes, en su mayoría— revelaba sus impulsos y pasiones, creando un clima de risas, de alboroto y desorden, y que esto trastornaba la mente de los inocentes. Esto indica que en aquella época lo risible y lo ridículo aún estaban mal vistos. La risa, desde el punto de vista de la Iglesia, es presentada como algo impúdico e indecoroso, un pensamiento sobre cómo debían ser las relaciones humanas a todos los niveles que, en palabras de Cándano Fierro, por severa rayaba en lo ridículo. Esto, junto con la represión sexual, generó lo que, en virtud de los textos que nos han llegado, se conoce como «seriedad medieval». Hugo de San Víctor, director del centro de estudios del monasterio homónimo entre 1133 y 1141, concedía al menos que lo divertido y lo serio juntos «de vez en cuando» deleitaban más. Juan de Salisbury coincidía con este pensamiento, y en su obra Policraticus afirmaba que para el rey, «sólo esporádicamente», se admitía una modesta hilaridad, debiendo reservar la mayor parte del tiempo al cumplimiento de la ley de Dios y los sacerdotes. El oficio de bufón se consideraba depravado, y no estaba bien visto el hacerle regalos, ya que de ese modo se les favorecía.

La Regla de San Benito aconsejaba la obediencia, el silencio, la humildad, la seriedad y el trabajo agrícola, artesano y cultural.

Sin embargo, también existían fiestas en las que el vulgo daba rienda suelta a todo lo reprimido por la jerarquía del clero y la nobleza. En ellas se producía una orgía de feriasprocesiones, cortejos, exhibiciones de extravagancias, bailes, burlas y parodias de los actos oficiales serios. Esto, y la cultura cómica popular, ejemplificada en obras como El conde Lucanor, permitían a la gente vivir la metarrealidad del humor, que actualmente conocemos de una forma mucho menos intensa.

Graciela Cándano opina que, con toda probabilidad, la risa no se limitaba a las fiestas del pueblo y los actos bufonescos de la corte. La risa aparece en el ser humano como agente liberador ante las tensiones, y en cualquier circunstancia existe siempre la posibilidad de que la risa se desate, incluso —o, quizás mejor, precisamente— en los actos más solemnes y hasta trágicos. Como ejemplo, la autora destaca la existencia de pasajes en la Biblia que bien pudieron provocar la risa entre los hombres del Medievo, como el siguiente:

Pero un joven le seguía, cubierto solo con una sábana. A este lo atraparon, pero él, soltando la sábana, escapó desnudo. Mc 14:51-52

La concepción judeocristiana del humor —o, mejor dicho, del mal humor— continuó a lo largo de todo el Medievo, e, incluso ya en el siglo XVI, encontramos a personajes como Francisco de Villalobosque escribía:

…á mi parecer mas cierta propriedad del hombre es el llorar que el reir, porque lloran en nasciendo, y algunas veces dentro del vientre, y la risa comunmente no viene hastas los quarenta dias del parto. En las causas naturales de esta risa no me entremeto agora […] Francisco de Villalobos

Sin embargo, en 1509Erasmo de Rotterdam concibió Elogio de la locura. En esta obra aparece la Locura (entendida como estulticia) pronunciando un largo sermón en el que se presenta como una divinidad, «el germen y la fuente de la vida», y argumenta detalladamente que todo lo bueno de la vida depende de ella y que gracias a ella la vida es tolerable. Además critica a los filósofos:

La suya es una deliciosa forma de locura, que les lanza a crear infinitos mundos y a medir el sol, la luna y las estrellas y el universo como con el dedo y con la guita. […] como si tuviesen acceso a los secretos de la naturaleza, arquitecto del mundo, o como si acabaran de bajar del consejo de los dioses. La naturaleza, en tanto, se ríe a carcajadas de ellos y de sus conjeturas. Lo cierto es que no saben nada con certeza, y buena prueba de ello es la interminable contienda entre ellos sobre cualquier tema. No saben nada, aunque proclamen que lo saben todo.

En palabras de Peter Berger, «constituye la concepción cómica del mundo en el sentido más completo de la palabra. Es la visión del mundo al revés, burdamente distorsionado, y precisamente por esto capaz de revelar mejor que la visión convencional, directa, algunas verdades ocultas». A pesar de que esta obra posteriormente se consideró como su mayor logro, no tuvo repercusión en su época. Erasmo se defendió ante los críticos de la época afirmando que «tan solo era una broma inocente».

Laurent Joubert, un médico de Montpellier, escribió en 1579 una obra llamada Traité du ris suivi d’un dialogue sur la cacographie française. En ella proponía una clasificación de la risa en especies y epítetos. Entre las especies, distinguía entre la risa provocada por lo cómico y la risa no relacionada con lo risible. A su vez, la risa de origen no cómico podía ser, entre otras, de locura o delirio, convulsiva o equivocada, derivada de las cosquillas, o bien relacionada con causas tan inusitadas como una lesión en el diafragma o la picadura de cierta araña. Por otro lado, los epítetos eran «las diferencias accidentales observadas en una misma risa», y, según el autor, eran casi tantos como los tipos de voz, por lo que no merecía la pena explorar sus diferencias. No obstante, citaba algunos, como la «risa trémula», la «recatada», la «perruna», la «risita», la «parecida al sonido de las gallinas», la «parecida a un silbido», la «parecida a un ladrido», etc.

Thomas Hobbes (15881679) —y más tarde Immanuel Kant—, en la misma línea que Platón y Aristóteles, consideraba a la risa como exuberantemente placentera a la vez que poderosamente maliciosa, motivo por el que temía sus potenciales propósitos más oscuros y subversivos.

En la primera mitad del siglo XVIIDescartes describe la risa en Les Passions de l’âme («Pasiones del alma»), a la que califica de «fallo fisiológico» motivado por una aceleración del flujo sanguíneo y desencadenado por el sobresalto que se produce al encontrar un hecho sorprendente y posiblemente peligroso, hecho que él denomina «sorpresa admirada».

El renacer de la risa y lo cómico

Elmira desea poner en evidencia el doble juego amoroso de Tartufo, y esconde a su marido bajo la mesa para que pueda escuchar a Tartufo haciéndole el amor. Ilustración de 1892 (Carl Hoff y J. Ballin).
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Charles Baudelaire en 1855.

Charlie Chaplin.

«Escribí este libro durante las interminables horas que empleé esperando a que mi mujer acabara de vestirse para salir. Si hubiera andado siempre desnuda, nunca habría tenido la oportunidad de escribirlo». —Prólogo de Memorias de un amante sarnoso.41​ Groucho Marx.

Dispositivo para erradicar el mal (1997), por Dennis Oppenheim. Vancouver (Canadá).

En los siglos XVII y XVIII, el interés por lo cómico se acentuó en toda EuropaMolière publicó sus comedias en FranciaTartufo (1664) fue duramente atacada y el escritor tuvo que defenderse argumentando que «la utilidad de la comedia reside en que corrige los vicios de los hombres». No obstante, y quizás como consecuencia de la aparición de la comedia como género teatral, empezó a extenderse una defensa apasionada de la misma como reacción a la tradición pagana y cristiana; a lo largo de los siglos XVII y XVIII se observa un aumento de la relevancia de la perspectiva epistemológica de lo cómico, por encima de la cuestión moral de su propia utilidad. Según Berger, el espíritu de la modernidad consiste en la desagregación, el desenmascaramiento, la mirada más allá de las normas sociales; esto inevitablemente daba lugar a incoherencias, y la afinidad con la perspectiva cómica parece plausible en este contexto.

Moses Mendelsohn (Escritos filosóficos, 1761) postulaba que lo que provoca la risa es el contraste entre la perfección y la imperfección, no sin resaltar que la percepción de tal contraste es subjetiva.

Justus Möser (Arlequín o la defensa de lo cómico-grotesco, 1761) consideraba la risa como una necesidad humana básica.

Immanuel Kant habló de la risa en el contexto de una teoría estética. Para Kant la risa aparece cuando una tensa expectativa queda reducida a la nada. A pesar de sus reticencias, Kant no tiene más remedio que admitir el carácter epistemológico de la risa: además de constituir un proceso fisiológico y psicológico, implica una percepción diferente de la realidad.

Según Arthur Schopenhauer, la risa nace de la incongruencia repentinamente percibida entre un concepto y el objeto real que por él es pensado.

Jean Paul (Estética, 1804) criticó la concepción kantiana de lo cómico. Consideraba, a diferencia del alemán, que lo cómico también aparecía cuando algo emergía repentinamente de la nada. En general, subrayaba el caracter incongruente, cuya utilidad social residía en su capacidad de desenmascaramiento. Coincidía con Mendelsohn en cuanto a la subjetividad, y no estaba de acuerdo con la concepción epistemológica de la risa. Afirmaba que lo cómico, en última instancia, no tiene otra finalidad más allá de lo cómico en sí mismo. Jean Paul, además de su labor como filósofo, creó obras literarias cómicas.

Hegel no aportó mucho a la teoría sobre lo cómico. Su enfoque llegaba desde el marco de la estética. Para Hegel, la comedia muestra un mundo sin sustancia y sin finalidad; constituye una especie de mundo paralelo e ingrávido donde las acciones pueden iniciarse a la ligera e interrumpirse con la misma ligereza. Distingue entre lo ridículo (cualquier cosa que haga reír) y lo cómico. Como origen de lo cómico distingue varios tipos de incongruencia: entre el esfuerzo y el resultado, entre la capacidad y la ambición y entre las decisiones y los accidentes externos; lo cómico surge de la contradicción entre el mundo real, «pesado», y el mundo al que aspira el espíritu humano, «ingrávido».

Charles Baudelaire expresó claramente la contradicción de la risa en De la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas, un ensayo publicado en 1855:

Toda vez que —la risa— es esencialmente humana, también es contradictoria, o sea, que es a la vez una muestra de infinita grandeza y de infinita miseria: de infinita miseria en comparación con el ser absoluto que existe como idea en la mente del hombre; de infinita grandeza en comparación con los animales. La risa procede del sobresalto permanente que generan estas dos infinitudes. Baudelaire

Søren Kierkegaard abordó el estudio de la ironía como precursora del conocimiento interior de carácter religioso. Para él, lo ironía es la fase existencial que precede a la fe, una especie de «fe de incógnito». Sitúa el origen de lo cómico en la incongruencia.

A finales del siglo XIX, Henri Bergson reconoció la risa como fundamentalmente social. En 1900, publica Le rire («La risa»). Define la risa como un fenómeno exclusivamente humano: aunque otros animales pueden manifestar síntomas parecidos a la risa, solo los seres humanos ríen de verdad. También la define como un fenómeno grupal, y por lo tanto con funciones sociales.​ Un aspecto destacable de su pensamiento es que considera que lo cómico aparece cuando se reprimen otras emociones, como el odio, o la compasión. En sus palabras:

Lo cómico exige algo así como una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura y simple. Henri Bergson

Este planteamiento es compatible con el de Alfred Schütz, acerca de las parcelas finitas de significado (véase la sección Perspectiva social). Es un concepto que, aplicado a las personas, se resume en lo siguiente:

Las actitudes, gestos y movimientos del cuerpo humano resultan risibles en la medida exacta en que dicho cuerpo nos recuerda meramente a una máquina. Henri Bergson

Es decir, en virtud de este pensamiento, nos reímos cuando vemos a una persona darse un golpe sin pensar en que es una persona. Su tesis afirma que la incongruencia cómica se produce entre el cuerpo y la mente, o entre la vida y la materia; la sexualidad es un claro ejemplo del primer caso, ya que lo meramente físico se entromete en las pretensiones de los roles socialesBerger, personalmente, critica este planteamiento ya que, según él, no cubre todos los posibles tipos de lo cómico. Don Quijote es para Bergson un referente de la comicidad.

Para Carl Ritter, lo cómico depende del mundo vital concreto en el que se produce. Esto explica que, por ejemplo, no entendamos el humor de la Antigua Grecia, que el humor británico sea diferente del chino, o que el humor entre físicos no sea inteligible para un campesino. No obstante, este planteamiento no contradice el postulado universal de incongruencia: siempre es posible encontrar la esencia de lo cómico más allá de lenguas o formas de pensar. Al final de su ensayo, Ritter asimila el humor a una forma de juego, que se vuelve serio, peligroso, de hecho, al convertirse en una forma de filosofía que muestra los límites de la razón frente a la inmensidad de la realidad.

Sigmund Freud sugiere que la risa posiblemente posea un efecto catártico liberador de la energía nerviosa reprimida. Más adelante pasaría de centrarse en la risa en sí misma a dirigir su atención a los epifenómenos asociados del humor, la personalidad, la socialidad y la cognición. No obstante, ninguno de los teorizadores de la risa anteriores a finales del siglo XX disponía de una base empírica que soportase sus suposiciones.

En 1950Francis Jeanson propone un enfoque fenomenológico y existencial de la risa.

En 1955Marie C. Swabey rechaza la idea de que la risa sea una mera expresión emocional, y resalta el carácter cognoscitivo de lo cómico, es decir, su capacidad para ayudar a la comprensión de las cosas. Distingue entre risa cómica y los demás tipos de risa, y sitúa el sinsentido como comicidad no cognoscitiva, a diferencia de la ironía, la sátira, el ingenio y el humor; de estas expresiones, probablemente las más complejas son las que están basadas en el lenguaje y las que están deliberadamente dirigidas a esclarecer la realidad. Admite la existencia de la incongruencia más allá de toda subjetividad, y sitúa dicha objetividad en la diferencia entre el impulso humano de ordenar la realidad y algo que queda fuera del orden general de las cosas. La intuición cómica de ese orden de cosas está más allá de las funciones sociales de lo cómico, y dentro de dicha intuición la vida humana puede adquirir sentido. Rechaza que la experiencia cómica esté exclusivamente encaminada a la búsqueda del placer.

Helmuth Plessner aborda la comicidad desde el punto de vista de la antropología filosófica: un enfoque entre la filosofía y la biología.

Peter Berger, tras hacer un repaso a los principales pensadores que han tratado el tema de la risa y lo cómico desde la Antigua Grecia hasta su actualidad, sentencia en el libro Risa redentora (1997) que la incongruencia desvela una verdad central sobre la condición humana: que «el hombre se encuentra en un estado de discrepancia cómica con respecto al orden del universo».

Llegados a este punto, ¿Por qué Sara logró enfadar a Dios con su risa? Más de treinta siglos después de Abraham y de veintidós siglos después de Aristóteles, Umberto Eco escribió su novela El nombre de la rosa (1980). Hacia el final de la obra, una conversación entre Guillermo de Baskerville y Jorge de Burgos, el monje, arroja una visión muy particular sobre la influencia que, dentro de la propia ficción de la novela, las ideas de Aristóteles sobre la risa contenidas en su —hipotético— segundo libro de la Poética podrían acarrear sobre el temor a Dios del cristianismo:

—Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Por qué éste te infundía tanto miedo? —Porque era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de los siglos. Antes mirábamos el cielo, otorgando sólo una mirada de disgusto al barro de la materia; ahora miramos la tierra, y sólo creemos en el cielo por el testimonio de la tierra. Cada palabra del Filósofo, por la que ya juran hasta los santos y los pontífices, ha trastocado la imagen del mundo. Pero aún no había llegado a trastocar la imagen de Dios. Si este libro llegara… si hubiese llegado a ser objeto de pública interpretación, habríamos dado ese último paso. —Pero, ¿por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro. —No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la Iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones… Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelaros contra el orden querido por Dios, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden… al final de la comida, después de haber vaciado las jarras y botellas. Elegid al rey de los tontos, perdeos en la liturgia del asno y del cerdo, jugad a representar vuestras saturnales cabeza abajo… pero aquí, aquí —y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando—, aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte, se le abren las puertas del mundo de los doctos, se la convierte en objeto de filosofía, y pérfida teología. La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe… el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación… la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo… Y este libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la aceptación de lo bajo. Umberto Eco, El nombre de la rosa

La historia —y finalmente la ciencia— nos ha demostrado que la risa, ya sea de origen maléfico o benigno, es inherente al ser humano, al tiempo que una necesidad. Valga este ejemplo contemporáneo de la inevitabilidad de la risa, en el que Erik Hartmann y otros actores flamencos representan una situación que, si fuese real, resultaría, para quienes no reparen en el verdadero funcionamiento del mecanismo de la risa, algo cruelmente tragicómico.

Fuentes del Artículo Citadas en Wikipedia.

Licenciado Javier Martín Camacho. «La risa y el humor en la antigüedad». 2003.

Graciela Cándano Fierro. La seriedad y la risa: la comicidad en la literatura ejemplar de la Baja Edad Media. 2000.

AristótelesÉtica a Nicómaco.

Erik K. St. Louis, MD. Crítica de Laughter: A scientific investigationMedscape Today.

Morreall, JohnTaking laughter seriously. 1983.

Peter L. Berger. Risa Redentora – La dimensión cómica de la experiencia humana. P. 72. 1997, 1998.

Marcos 14 en Biblija.net.

Cajón de Sastre. Literato.

Groucho MarxMemorias de un amante sarnoso

Quint, Hariet. «Una perspectiva pragmática del humor en el apodo burlesco». Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara. Consultado el 26 de noviembre de 2012.