No se trata de pedir disculpas para que el otro me perdone, sino comenzar por disculparnos con nosotros mismos, para luego emprender el camino del perdón.

Maisie volcó un refresco en el vestido que le prestó su amiga. Aiden tuiteó una foto de cuando Taiel se tropezó con el bolso de la chica que le gustaba y aterrizó en su regazo. A Tasha se le cayó el plato favorito de su madre, y luego respondió gritándole a su madre porque estaba muy enfadada por su error.

Todos nos equivocamos. Somos humanos y no siempre es fácil llevarse bien con todo el mundo todo el tiempo. A veces herimos los sentimientos de la gente sin querer. A veces somos deliberadamente malos con alguien y después nos sentimos mal. Así que pedimos disculpas.

Una disculpa le dice a alguien que lamentamos el daño que causamos, por más que no lo hayamos hecho a propósito. Es una forma de decir que somos conscientes de lo que hicimos y que trataremos de ser mejor en el futuro.

¿Por qué disculparnos?

Las disculpas son una de las herramientas que utilizamos para construir una buena relación con nosotros mismos. Cuando dices «lo siento» (y realmente lo sientes), es porque probablemente te sientes mal de que algo que hiciste o dijiste le hizo daño a otra persona. Decir que lo sientes es más que solo palabras. También estás diciendo que te respetas y valoras tus sentimientos. Disculparse muestra que eres  empatico contigo mismo.

Después de disculparte, puede que te sientas un poco mejor. Incluso para con las relaciones establecidas con otras personas. Cuando te disculpas estás comenzando en el proceso del perdón. Pero en este artículo espero que comprendas que disculparse es solo es el comienzo.

¿Cómo suenan las disculpas?

Hay muchas maneras cotidianas de liberarnos de la culpa. Aquí van algunos ejemplos:

  • Disculpame por aquella cosa hiriente que dije.
  • Sentir el haber perdido u omitido algo.
  • Reconocerme enojado o por haber insultado o sentirme como tal.
  • Liberarnos de haber herido nuestros sentimientos y los del otro.
  • Perdonarnos por habernos levantado de voz en situaciones límite.

¿Cuándo debes disculparte?

Pedir disculpas es un acto loable especialmente para con nosotros mismos. Haciendo un reconocimiento de nuestra propia conducta culposa, al percibir que hemos traspasado una barrera ético moral.

Si estás enojado o te sientes herido por algo que hiciste, disculparte puede hacer alguna diferencia…

  • Si heriste o te burlaste de alguien, incluso si no lo hiciste a propósito.
  • Si perdiste o rompiste algo que le pertenecía a otra persona.
  • Si hiciste algo que sabías que estaba mal, como decir una mentira o romper una regla a propósito.
  • Si no hiciste algo que tenías que hacer, como mantener una promesa o volver a la hora indicada.

Es muy importante disculparnos luego de hacer algo mal. Sin esa disculpa, no hay un proceso posible que luego nos lleve a pedir perdón al otro.

¿Disculparse lo arregla todo?

A veces, un «lo siento» sincero arregla todo de inmediato. Otras veces, puede ser que nos tome un tiempo superar los sentimientos de enojo para con nosotros mismos.

Tal vez necesites algo de tiempo. Incluso después de reconocer genuinamente que lo sientes, es posible que todavía te sientas mal por el daño que has causado en la otra persona.

Cuando alguien te pide disculpas, puedes recibirlas y estar dispuesto a aceptar lo sucedido siguiendo adelante. O puede que no elijas volver a coordinar acciones con esa persona. Especialmente cuando consideras que su capacidad o interés por tansformarse tiene menos argumento que su conducta egoísta. Es de buena educación aceptar y reconocer una disculpa, pero cualquier cosa más allá de eso depende de ti.

Aprendiendo a Perdonarnos

A continuación te compartiré algo que aprendí en mi paso por la iglesia y el posterior curso de milagros:

Por el camino del perdón, aprendemos a perdonarnos. Por lo tanto ambas actitudes son parte de lo mismo: el perdón para con nosotrs mismos.

Experimentar el perdón es algo que nos hace crecer, tanto cuando lo otorgamos como cuando lo pedimos. Y en relación a este acto cabe hacer algunas apreciaciones.

Es algo que va mucho más allá del arrepentimiento interior, una intención que no solo reconoce el error cometido, sino que es capaz de repararlo.

El haber perdonado implica de nuestra parte, una actitud para con la otra persona similar a la que ofrecemos a otra cuando lo apreciamos. Volver a interesarnos sinceramente por lo que le sucede.

El perdón puede ser concedido sin decir una palabra, puede bastar una simple sonrisa para demostrar que en nuestro interior no se guarda ningún rencor. Eso basta.

Es necesario acercarnos a la persona a la que ofendimos y expresar nuestro arrepentimiento junto a una humildad solicitud de perdón. Cuando actuamos con esa sincera intención siempre alcanzaremos la paz.

A veces la situaciones se enredan y a menudo, por nuestra compleja naturaleza, una situación se complica y es imposible desenredarla sin un doble esfuerzo. Un ejemplo habitual es una discusión de pareja en la que ambos acaban extralimitándose en sus palabras. Llega un momento en que el cruce de ofensas se ha producido y tendremos que perdonar a la vez que pedir perdón a la misma persona. Es importante descubrir que no es un simple intercambio de perdones, “yo te perdono si tu me perdonas”. El perdón es una actitud independiente de lo que haga el otro. Crecer en amor, superar este obstáculo o este peldaño de nuestro castillo interior, supone aprender a perdonar y a pedir perdón con todo el corazón, sin reservas.

De nada sirve un arrepentimiento interior y un ánimo de enmienda si cuando admitimos un error, una ofensa producida, no expresamos nuestro deseo de perdón a la persona ofendida. Cuando no lo hacemos es porque no estamos buscando reparar el mal.

El expresar el arrepentimiento, tiene una notable repercusión pues en cierto sentido entiendo que escenfica lo que es el sacramento de la confesión, que no es sino la escenficación de las intenciones del alma, arrepentimiento y ánimo de enmienda, expresadas verbalmente de forma que formalizan tanto esa solicitud de perdón como el perdón mismo concedido por el sacerdote cuando absuelve. La confesión es el medio mostrado por Jesús para lograr el perdón de Dios, instituido cuando dijo ” a quienes perdoneis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retengais les serán retenidos”.

Marcos 14, 36: Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú.

En síntesis no somos nosotros los que nos perdonamos, sino que el perdón lo experimentamos a través de Su gracia.

Hoy no volveré a hacerme daño.

Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. ¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando se nos ha dado todo Su poder y Su Amor? La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya propia. El Ser que Dios creó, no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. Elijamos hoy que Él sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas que el sueño de miedo parece ofrecemos.

Desarrollado por el Dr Fabián Sorrentino acorde a las siguientes fuentes consultadas: Teens Health por: D’Arcy Lyness, PhD Fecha de revisión: abril de 2015 y Siete círculos: de las dificultades que encuentra el alma que busca a Dios. Un Curso de Milagros: Lección, 330.