La diferencia radica en que mientras la alegría es una forma de transitar en el mundo, la felicidad refiere a un estado concreto que integra tres adjetivos.

Lamentablemente en distintas fuentes vemos como ambos conceptos fluctúan e inclusive se confunden, así que para establecer la distinción vamos a ir a la raíz de las palabras y luego procedamos a una reflexión final. en la que tu aporte será bien valorado.

En el diccionario de Etimologías Chile encontramos que la palabra alegría viene del latín alacer, alacris (rápido, vivaz, animado). De ahí también las palabras alegre, alegrar y alegro (a través del italiano allegro).

San Isidoro de Sevilla (560-636, considerado como el Santo Patrono de la Internet) en Etymologiarum Libri XX nos dice: Alegre (alacer) tiene velocidad y carrera, habla como si tuviera alas. Armiger, es quien habla como si estuviera armado. Alacris es feliz, que salta de gozo y nada le perturba. Ágil viene de hacer algo (agere, ver: agenda) rápidamente, igual que el que es dócil.

Alacris era la vieja forma femenina de alacer, pero en el latín vulgar del S. VI en que vive S. Isidoro, se había independizado de alacer como una forma específica, con el valor de alegre. No es pues en este texto un femenino como bien revela la concordancia laetus y turbatus.

Nota: Pese a que Isidoro de Sevilla relacione el adjetivo alacer, de donde viene alegre, con aliger (dotado de alas), este adjetivo no tiene nada que ver con la palabra ala. Se forma a partir de la raíz indoeuropea *al-3 (andar, vagar), que también nos ha dado en latín: El verbo ambulare (andar, caminar), formado con prefijo ambi-/amb (por uno y otro lado) y la raíz alcon apofonía (-ul-), de donde nos viene ambulante, ambulancia, ambulatorio, funámbulo, noctámbulo, preámbulo, así como el verbo andar y sus derivados.

El adjetivo feliz, por su parte, viene del latín felix, felicis ‘fértil, fecundo’ (aplicado también a tierras y a árboles) y luego ‘feliz’. El sufijo -ix parece dar a entender que en un principio era una voz femenina (como actrix). Tiene la raíz indoeuropea *dhe(i)-, ‘mamar’, que ya hemos visto en femina (ver: fémina) con un alargamiento -L- que se encuentra en el latín felare/fellare ‘mamar’ (de donde felación) y en el griego θήλυς (thêlus) ‘hembra’ y θηλάζω (thelázo) ‘amamantar’. Esta misma raíz latina la encontramos en fecundus (ver: fecundo) y en filius ‘hijo’. Familia léxica: felicidad, infeliz, felicitar, felicitación, etc.

Para denotar el concepto de «feliz» el latín tenía tres adjetivos:

1 – fortunatus en origen ‘colmado de suerte o fortuna’,
2 – beatus originalmente ‘colmado de bienes o riqueza’ (ver: beato)
3 – felix originalmente ‘beneficiado por la fecundidad ‘.

Acorde a lo explicado, la felicidad refiere a ese estado más permanente, sinónimo de prosperidad o dicha. Mientras la alegría (como emoción) requeriría  de nuestro entrenamiento para ser sostenida en el tiempo y convertirla luego en un estado.

Este un entrenamiento vital en función de ese estado de completitud del alma, que todo ser humano declara estar en su encuentro y con el que no siempre parece que estamos comprometidos.

La alegría crece y a la vez se contiene en el involucramiento conceptual expresado en esta constelación.

Mientras que la alegría, como toda emoción, es una reacción químico-física instintiva que se dispara en automático (125 milisegundos), la felicidad es el estado que esta puede causar cuando estamos sanos psicológicamente hablando.

La felicidad no es algo hecho, deviene de la forma que tenemos de cablear la alegría con el abordaje diario de las circunstancias. Si usted está en la búsqueda de ampliar este cableado, preste atención a los conceptos volcados en la constelación.

Por lo tanto veo a «la felicidad » como un estado reactivo de nuestra personalidad. Es decir, soy feliz mientras elijo conciente o inconcientemente sentirme  feliz. Cuando alcanzo algún objetivo que satisface a mi ser inferior; cuando me conecto con algún logro personal, sentimental o de otra índole, me causa una sensación de bienestar y satisfacción.

Es parte de nuestra personalidad, algo individual, que aunque puede inspirar a otra persona, no es transmisible en forma directa. Yo soy feliz por las cosas que me han pasado a mí. La felicidad es la meta del «yo separado». La alegría, por su parte, es un proceso emocional que va cableando nuestro sistema, hasta convertirse en una actitud ante la vida. Disfruté de ver la síntesis en este video:

Ahora vamos un paso más

Una persona que vive gozosa en el Espíritu, es aquella que elige pararse allí, más allá de las circunstancias que esté atravesando. Y ese estado si es transmisible en forma directa. Una prueba fehaciente de esto, es el estado que causaba la Madre Teresa cuando te encontrabas frente a sus ojos.

Todo responde al estado de vibración de dónde proviene

La vibración del plano mental tiene un poder veinte veces menor que la vibración emotiva. Y esta, está muy lejos aún del poder que la vibración del Espíritu tiene sobre toda nuestra red de relaciones. Cuando nos conectamos con la energía en estado puro, la única palabra que hemos encontrado para definirla es «milagro». Una energía capaz de levantar a un muerto o mover una montaña de nuestra percepción visual.

Si empezamos a vivir como almas, alineadas con El Espíritu, la travesía de la satisfacción propia, terminará sucumbiendo al poder de la conexión con todo lo que nos rodea: personas, animalesm cosas, comprendiendo que nuestra responsabilidad es velar por la armonía. Hacéndonos responsables de practicarla en nuestro entorno.

El despertar a la alegría junto con otros seres humanos (práctica de liderazgo en servicio) produce efectos físicos que mejoran nuestras condiciones materiales y emocionales conectándonos con la armonía. Produciendo efectos intelectuales que nos estimulan a pensar en forma clara.

La alegría se perpetúa en el alma, cuando se hace un hábito. Así es que accionamos sin esperar nada a cambio. Logrando crecer y sentirnos alegres, aún en momentos de desgracia.

Involucrándonos en la tarea despertar juntos

Muchas personas pueden vivir gran parte de su vida felices, con los ojos tapados por un velo de ilusión a través del cual se auto-convencen de que todo está bien. Sin embargo, a ese estado siempre le llega su fin y no todos logran reponerse.

Actualmente la sociedad nos anima a buscar la satisfacción inferior, como si se tratara del mayor trofeo. Y para eso nos invita a comprar cosas, estudiar una buena carrera profesional, ganar mucho dinero, pasarla bien, vivir emociones distintas. Todo en pos de alcanzar nuestra felicidad separada de los otros. Un estado donde solo importamos nosotros, nuestros seres queridos y nadie más.

Hay ocho mil millones de personas en este planeta, de las cuales una gran mayoría viven toda su vida para sí mismas, siendo manipuladas por los medios para pensar que lo que le pasa al otro no es asunto suyo. El costo: la depresión, el cáncer, la contaminación, los asaltos, la desconfianza, las traiciones…

Algo, a lo que sólo podremos despertar, cuando dejemos de creer que vivimos separados. Por lo tanto mi propuesta es: más allá de buscar la felicidad, vayamos al encuentro de una completitud que nos integre a todos.

GraciasAngelorum por invitarme a reflexionar con estos conceptos. A Wikipedia y Etimologías de Chile por su labor diária y al proyecto Universo de las Emociones.

Hasta la próxima. Dr Fabián Sorrentino. Creador del Modelo MƐT®
Esta nota forma parte de una serie de artículos ofrecidos en la Carrera de Coaching & Mentoring de Ser.Red. Como extensión del Manual del Mentor.