Las adherencias son la consecuencia de una inflamación a la que recurre el organismo para resistir una agresión. Esto crea una formación que une órganos que normalmente están separados. Pueden formarse entre varios órganos. Se producen a partir de tejidos fibrosos que se acumulan y se endurecen adhiriéndose a algunos órganos. El lugar donde se forman las adherencias da una indicación más precisa de la causa del mal.

Esta enfermedad la sufre con frecuencia una persona que se endureció, que se apega fuertemente a sus ideas para enfrentar mejor alguna agresión. Las ideas a las que se aferra ocupan demasiado lugar y le impiden sentir.

Para haber podido crear tejidos innecesarios en su cuerpo, las creencias a las que te aferras de esta manera están ahí desde hace mucho tiempo, ya que toda excrecencia que el cuerpo fabrica es una indicación de que estás agarrado a ella desde hace mucho. Puedes permitirte soltar estas viejas creencias que te perjudican.

No tienes ninguna necesidad de creer que debes endurecerte para que te acepten y te quieran. Si “adhiero” de un modo excesivo, o si “quedo apegado” a ideas negativas, malsanas o inadecuadas, a rencor, a odio, a cólera frente a alguien, a culpabilidad, a sueños ilusorios, a una vida demasiado centrada sobre el medio familiar o sobre el hogar (por ejemplo, la madre incubadora o protectora), corro el riesgo de manifestar adherencias al nivel de las vísceras (término general para designar cada uno de los órganos contenidos en el interior del cráneo, de la caja torácica o del abdomen).

Algunas son patológicas, es decir que se producen después de una inflamación vinculada a rabia o a un tumor cualquiera que procede de emociones inhibidas. Dichas adherencias se caracterizan por una forma de soldadura de dos órganos del cuerpo por un tejido conjuntivo.

Decido soltar el pasado, las viejas ideas y los pensamientos negativos que frenan mi felicidad. Vivo en el momento presente y saboreo cada instante de mi vida.