La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos cuya ruptura se encontraría en el viraje (Kehre) experimentado por su enfoque filosófico, por lo que es habitual hablar de dos etapas o momentos en su pensamiento. Digamos que esta escisión señalada por estudiosos y críticos de su obra, el filósofo nunca la aceptó:

Momento en que se sirve de la analítica existencial como instrumento o «prolegómeno» para replantear la pregunta tradicional de la metafísica, la pregunta por el «ser», como pregunta por el «sentido de ser» (claramente desde los primeros párrafos de Ser y tiempo). En esta etapa se concluye que el sentido de ser es íntimamente dependiente del tiempo, por esto podemos considerar la primera etapa como marcada por una búsqueda del «ser del tiempo».

Un segundo periodo en el que, como el propio autor señala, concibe su pensamiento como el desarrollo de una «historia del ser». El objetivo fundamental de esta «historia del ser» radica en la comprensión de los vínculos entre el desarrollo de la cuestión del ser en la filosofía y la historia de Occidente (aunque no señalado por muchos, encarar este momento según este enfoque, nos lleva a reminiscencias hegelianas). Esta segunda etapa ya no pretende abordar el «ser del tiempo» sino que se encara frente a los «tiempos del ser», en este sentido puede ser comprendido el viraje que se produce en su filosofía.

Sin embargo, en ambos períodos hay un mismo objetivo unificador: la elaboración y consiguiente respuesta a la pregunta por el sentido de ser (Sein).

El primer periodo viene marcado por su principal obra, Ser y tiempo (1927), obra que pretende abordar la pregunta por el sentido de ser pero que, quedando inconclusa, se centra en el estudio de la existencia humana. En esta obra confluyen, principalmente, tres tradiciones filosóficas: historicismo y hermenéutica a través de la lectura de Dilthey, irracionalismo (Kierkegaard) y fenomenología (Husserl).

En la segunda etapa de su pensamiento, cuyos primeros síntomas se perciben en su texto sobre La esencia de la verdad, el filósofo estudia la historia de la metafísica3 como proceso de olvido del ser, desde Platón, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío). En este sentido será fundamental su obra Nietzsche, obra donde se define su concepto de nihilismo.

De esta época son especialmente interesantes las obras en que revisa la historia de la filosofía, a través de las que irá aflorando una «nueva metafísica» cuyo germen ya estaba presente en su obra Ser y tiempo, sólo que allí permaneció oculta entre los diversos y penetrantes análisis sobre el hombre entendido como Dasein —ser-ahí o ser-el-ahí—, que llevó a cabo. Dasein, en su especificidad, comienza el interrogatorio. Dasein es el ser que en cada situación investiga y cuestiona adecuadamente.

Ser y Tiempo

En Ser y Tiempo, pese a ser una obra que quedó incompleta, Heidegger plantea ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del supuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser», en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en su entidad.

En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente abierto al ser, pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una explícita relación de co-pertenencia con él. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «ser-ahí» (Dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como «ser-en-el-mundo» (según traduce José Gaos) o «estar-en-el-mundo» (según vierte Jorge Eduardo Rivera).5 De esa estructura parte la analítica existencial del Dasein, que en Ser y tiempo juega el papel de ontología fundamental.

La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, relación cuya forma de ser no consiste en un «comercio» entre sujeto y objeto, o en una teoría del conocimiento que también los implique, sino que es propia de la existencia (Dasein) como «ser-en-el-mundo», y encuentra su fundamento ontológico en el «Cuidado» (Rivera) o «Cura» (Gaos) (Sorge). Estas categorías (en rigor, existenciales o existenciarios [Existenzialien]) le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia (propiedad), es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvida el ser en nombre de los entes concretos (impropiedad).

La dimensión temporal del ser y la dimensión temporal del hombre —en cuanto proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «estar vuelto hacia la muerte» [Sein zum Tode])—, sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico.

Polémica en torno al nacionalsocialismo

Su eminencia dentro de la filosofía —llamada filosofía continental por algunos autores angloamericanos—, se ha visto marcada por la polémica, sobre todo la de su adhesión al Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP: Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) al cual estuvo afiliado.9 Entre los especialistas la relación de Heidegger con el nazismo ha venido siendo un tema de discusión en el cual no hay consenso.

El discurso del rectorado
Según algunos, el discurso que pronunció en la toma de posesión del rectorado de la Universidad de Friburgo (1933), así como sus conferencias en los seminarios de la Universidad entre 1933 y 1935, son una clara muestra de su apoyo intelectual inicial al nazismo. La renuncia al rectorado, muy poco después de ocuparlo, no evitó que en 1945 fuera destituido como docente en Friburgo, tras la ocupación de Alemania por los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial. El mismo Heidegger se refiere a su rectorado en escritos como los siguientes: El rectorado, 1933–1934. Hechos y reflexiones; «Entrevista del Spiegel: Conversación de Spiegel con M. Heidegger:11 «Ya sólo un Dios puede salvarnos»». Estos textos han sido recogidos en esta obra: Martin Heidegger: Escritos sobre la universidad alemana, Editorial Tecnos, Madrid, 2ª edición, 1996. Estudio preliminar, traducción y notas de Ramón Rodríguez García.

Sólo en el año 1951 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos constante. Su primer curso en la Universidad tras su reincorporación —para cuya concreción tuvo que ser nombrado profesor emérito, tal como lo indica Heinrich Wiegand Petzet en Encuentros y diálogos con Martin Heidegger, 1929–1976 (Katz Editores, Buenos Aires, 2007)—, ha sido recogido en el libro ¿Qué significa pensar? —Was heißt denken?—, publicado por la Editorial Trotta de Madrid, en 2006; traducción de Raúl Gabás Pallás (hay una versión previa, publicada por la Editorial Nova de Buenos Aires; segunda edición, 1964; traducción de Haraldo Kahnemann). Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Herbert Marcuse, la sugerencia insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo desestimó el consejo y nunca quiso dar explicaciones en los términos pedidos por Marcuse. Sin embargo, la relación entre ambos culmina de una manera especial, según relata Franco Volpi:

In uno dei suoi ultimi viaggi in Germania, il 12 agosto 1976, di passaggio dalla rinomata libreria di Fritz Werner, di cui anche Heidegger era cliente, Marcuse vergava nel quaderno degli ospiti le seguenti parole: «In ricordo dell’ammirevole dignità con cui Heidegger ha terminato i suoi giorni. Che anche a noi possa essere accordata la grazia di invecchiare con dignità, lucidità e serenità».
En uno de sus últimos viajes a Alemania,el 12 de agosto de 1976, pasando por la famosa librería de Fritz Werner, de la que también fue cliente Heidegger, Marcuse anotaba en el libro de visitas las siguientes palabras: «En memoria de la admirable dignidad con la que Heidegger terminó sus días. Que también a nosotros nos pueda ser concedida la gracia de envejecer con dignidad, lucidez y serenidad».

La controversia

La controversia sobre el papel político de la filosofía de Heidegger fue lanzada en 1946 por Karl Löwith14 El artículo posterior de Löwith sobre el «decisionismo», los de Nicolas Tertulian sobre las Contribuciones a la Filosofía,16 así como la publicación de los libros Heidegger y el Nazismo, de Víctor Farías, y Heidegger: La introducción del nazismo en la filosofía, de Emmanuel Faye, han avivado la polémica.

Entre quienes han confrontado a Heidegger se encuentran Jürgen Habermas, Theodor Adorno, Hans Jonas, Pierre Bourdieu, Maurice Blanchot, Emmanuel Levinas, Richard Rorty, Luc Ferry y Alain Renaut.

Si bien para algunos no es posible abordar su obra sin reservas de carácter político, la mayoría de los filósofos, estudiosos e investigadores actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su sentido estrictamente filosófico, que también es controvertido, aunque de otra manera. Desde la filosofía analítica, su obra ha sido criticada con dureza, sobre todo por Rudolf Carnap. Otros representantes de la filosofía analítica, como Richard Rorty y Hubert L. Dreyfus han dado, posteriormente, una buena acogida a su pensamiento, sobre todo este último. Pero el pensamiento heideggeriano también ha suscitado adhesiones entusiastas: así, una serie de representantes de la filosofía francesa— Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Michel Foucault, Jacques Derrida, Paul Ricoeur, Jean Beaufret y Jean-Luc Nancy. Entre los apologistas de la filosofía heideggeriana están también Walter Biemel, Otto Pöggeler, Jan Patocka e innumerables otros— que admiraron la capacidad de precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso poshumanista.

Según Heleno Saña, hay quienes «imitan a su maestro Heidegger y sus juegos malabares con las palabras, que sobre todo en el Heidegger tardío reemplazan una y otra vez a los conceptos rigurosos. De ahí que, con plena razón —desde el punto de vista de los detractores del gran pensador—, Pierre Bourdieu haya podido acusar al filósofo de la Selva Negra de «doble juego» y de valerse de una «alquimia filológico-filosófica» (L´ontologie politique de Martin Heidegger). Y concluye: «El producto final del discurso de Heidegger y de sus discípulos es un galimatías abstracto y desligado totalmente de los problemas, preocupaciones y retos de la vida real».

Víctor Farías —uno de los principales detractores del filósofo—, con su metodología aparentemente estricta, intenta poner de manifiesto la función vitalizadora que Heidegger tiene en las formas totalitarias y extremistas en la actualidad. El subtítulo de su libro más reciente, Heidegger y su herencia, es muy expresivo respecto del punto de vista y de las intenciones del autor de dicha obra: «Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico».

Emmanuel Faye considera que en su conjunto la obra de Heidegger continúa difundiendo a escala planetaria los fundamentos del nazismo. Para Faye hay continuidad en el pensamiento heideggeriano anterior a 1933, entre 1933 y 1945 y después de 1945. En 1935 en la Introducción a la metafísica Heidegger había elogiado la «verdade interna y la grandeza» del movimento nazi, «como el encuentro de la técnica determinada planetariamente y del hombre moderno»; Faye relaciona la concepción heideggeriana de la tecnología con su apología del nazismo, tal y como Heidegger la expresa en una entrevista de 1966:

«veo la situación del hombre en el mundo de la técnica planetaria no como un destino inextricable e inevitable, sino que, precisamente, veo la tarea del pensar en cooperar, dentro de sus límites, a que el hombre logre una relación satisfactoria con la esencia de la técnica; el nacionalsocialismo iba sin duda en esa dirección, pero esa gente era demasiado inexperta en el pensamiento como para lograr una relación realmente explícita con lo que hoy acontece».

Desde 1949 Heidegger equiparó «en su esencia» los campos de exterminio y la bomba de hidrógeno con la agricultura convertida en industria motorizada, con lo cual, según Faye, trató de negar el genocidio e invisibilizar sus responsables. Faye recuerda que en el curso de invierno 1933-1934 titulado De la esencia de la verdad, Heidegger presentó a sus estudiantes los objetivo de “explotar las posibilidades fundamentales de la estirpe original germánica y conducirla al poder» y «enfrentar al enemigo» externo o interno, para lo cual la exigencia radical es encontrar el enemigo y enfrentarlo hasta exterminarlo totalmente (völligen Vernichtung), «para que la existencia no sea entorpecida».

Faye documenta la ruta de lo que según él es una codificación del nazismo en términos filosóficos. Parte de las conferencias de 1925 «El actual combate por una visión del mundo histórica», en las cuales Heidegger afirmó que para interrogarse sobre «el carácter del ser» es necesario un «suelo» (Boden) y que se requiere apropiarse de un pasado, allí donde sea posible «encontrar las raíces auténticas de nuestra existencia». Continúa con Ser y Tiempo donde rechazó cualquier esclarecimiento de la existencia apoyado en culturas extranjeras, pues conduce a la pérdida del «suelo» y consideró que la existencia auténtica sólo se realiza como «destino común» de un pueblo. En el curso del invierno de 1934-1935 sobre la Germania de Hölderlin, Heidegger exclamó subrayando el texto editado: «La Patria es ‘el ser’ mismo» (Das Vaterland ist ‘das Seyn’ selbst). En la entrevista de 1966 declaró:

Sé, por la experiencia e historia humanas, que todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado en una tradición.

Faye anota que el cambio de Heidegger después de 1946 radicó en que la historicidad que en 1933-1934 identificaba con el presente, con lo «actual», pasa a relacionarse con el pensar el futuro a partir de los rasgos decisivos de la época actual, en diálogo con el «destino del mundo»; Hölderlin, a quien buscó convertir en «potencia agitadora del pueblo alemán», pasó a ser para Heidegger el poeta que enseña el futuro, el “pensamiento venidero” (die künftige Denken) que asume la tarea de pensar la perdida de la tierra natal y de la pátria.

Para Emmanuel Lévinas, la ontología heideggeriana abre la posibilidad del «Mal elemental», que se inscribe en la ontología del ser preocupado sólo por el ser, «para el cual en su ser está en juego ese mismo ser», sin conseguir abrirse paso hacia la alteridad. La ontología heideggeriana, según Lévinas, permanece interna al ser, dominada por su «inter-es», pues abre el yo al mundo, pero cierra la existencia y el ser al «Otro», a la trascendencia, que es una real exterioridad pues no está al servicio del ser, sino que es responsabilidad ética y amor. De manera que Heidegger así no percibió que la posibilidad esencial del «Mal elemental» puede acceder por la lógica, posibilidad «para la cual la filosofía occidental no estaba suficientemente precavida».

En 2014 se inició la publicación de los Cuadernos negros (Schwarze Hefte), treinta y cuatro cuadernillos con cubiertas enceradas de color negro en los que el filósofo redactó una serie de apuntes entre 1931 y 1976, permitiéndo así arrojar nueva luz sobre su nivel de compromiso personal con el nacionalsocialismo y revaluar la dimensión política de su pensamiento.

Compilado por Isabel Gonzalez 23/04/2016 14:08pm