Desde pequeños nos enseñan a «analizar» los problemas, esto qué es, es tomar parte por parte, fragmentar el mundo. Si bien esto simplifica las tareas complejas, sin saber pagamos un precio alto: no vemos las consecuencias de nuestros actos al perder la conexión de cada acción que realizamos con la totalidad. Por esto luego intentamos ver una imagen general que se nos dificulta porque la vemos en fragmento o como un cuadro-rompecabezas donde se notan los fragmentos, y al final se termina por desistir de la idea.

Esto que ocurre a nivel personal pasa en los grupos, en las organizaciones. Lo que propone Peter Senge, autor que intento extractar para comunicar la importancia de construir organizaciones inteligentes, es que, dado los constantes cambios de todo orden que vivimos, las únicas organizaciones que cobrarán relevancia son aquellas que aprovechen el entusiasmo y la capacidad de aprendizaje de la gente en todos los niveles de la organización.

Senge explica que las organizaciones inteligentes son posibles porque en el fondo todos somos aprendices. Nadie tiene que enseñar a un niño a aprender, pues los niños son intrínsicamente inquisitivos, aprendices hábiles que aprenden a caminar, hablar, arreglarse por sí mismos. De ahí, que las organizaciones inteligentes son posibles porque aprender forma parte de la naturaleza humana, y amamos aprender.

¡Sí! Amamos aprender, hay que sacarle la connotación «académica» que le hemos dado al término aprender=escuela/universidad. Aprendemos constantemente, solo que no nos damos cuenta; tenemos el mito de que aprender es pasarse horas y horas encerrados entre libros o haciendo cálculos, cuando constantemente estamos aprendiendo, cada vez que resolvemos una situación, cada vez que tomamos una determinación, cada vez que elegimos algo.

En alguna ocasión, la mayoría formamos parte de un gran equipo, un grupo de persona que juntas funcionaban maravillosamente, se tenían confianza, se complementaban mutuamente virtudes y flaquezas, tenían metas comunes más amplias que las metas individuales, y obtenían resultados extraordinarios. Lo que experimentaron fue una organización inteligente. El equipo, grupo, no fue magnifico desde el principio, sino que aprendió a generar resultados extraordinarios.

Compilado por Beth Ludojoski – viernes, 21 de marzo de 2008, 15:19
Peter Senge, La Quinta Disciplina Cómo impulsar el aprendizaje en la organización inteligente, año 1998, Ed. Granica