Es un término con varios usos. Puede tratarse de una aparente aceptación pasiva de un revés o de un problema. Por ejemplo: “Con resignación, el muchacho tomó su bolso y se marchó de la casa”, “La jugadora aceptó con resignación la medida tomada por el entrenador”, “Después de una catástrofe semejante, sólo queda lugar para la resignación”.


Cuando una persona se resigna, acepta una circunstancia tal como se le plantea. Por lo general, la resignación aparece cuando algo es inevitable o cuando el sujeto se ha cansado de pelear.

Un hombre puede estar desconsolado por la muerte de su hijo y sentir una gran furia por el hecho, el cual considera injusto. Más allá de que la herida nunca cerrará, el sujeto debe realizar el duelo por la pérdida y aceptar con resignación la realidad, ya que no hay nada que pueda hacer para modificarla y recuperar la vida de su hijo.

Tomemos el caso del jugador de fútbol que es separado del plantel por decisión del director técnico, quien adjudica su decisión a los repetidos actos de indisciplina del primero. El deportista puede intentar convencer al entrenador de que no volverá a cometer una falta y le puede rogar que revierta la sanción aunque, si el técnico se muestra inflexible, no tendrá otra opción que acatar la decisión con resignación y seguir adelante con su profesión.

Cabe destacar que muchas veces se distingue entre la resignación y la aceptación, sobre todo en el ámbito de la religión. De acuerdo a ciertas posturas, la resignación se vincula a una frustración y a una paralización, mientras que la aceptación se asocia a un entendimiento y a un punto de partida para el cambio.

ResignaciónEsta distinción también se puede apreciar en relación a las cuestiones vocacionales, uno de los terrenos más delicados de la vida del ser humano. Así como nuestros gustos en general, no escogemos nuestra vocación; de hecho, la mayoría de las personas nunca llega a conocer la suya, por diferentes razones. Para quienes alcanzan el punto de saber a qué quieren dedicar el resto de su vida, las cosas no siempre son fáciles: impedimentos físicos, accidentes en medio de un proyecto, falta de confianza a niveles dañinos o incluso haber nacido en el sitio equivocado son algunos de los obstáculos que pueden presentarse entre un individuo y su vocación.

Tomemos el conocido accidente que sufrió en las cuerdas vocales Julie Andrews, la actriz y cantante de origen británico que protagonizó películas tales como “Mary Poppins“, “The Sound of Music” (conocida como “Sonrisas y lágrimas” o “La novicia rebelde“) y “Victor Victoria“; tras una operación de rutina en su garganta, perdió para siempre el control de su voz, al punto de ya no poder hacer uso de su extensión completa y de los atributos que tanta fama le habían valido. Una cantante con formación lírica y con un instrumento sin igual perdió la posibilidad de cantar por el resto de su vida. En este caso la aceptación no tiene lugar, ya que se trata de una auténtica desgracia; en cambio, Andrews debió aceptar la realidad con resignación y redireccionar su carrera.

Por otro lado, lejos de los accidentes, una persona que siente una profunda pasión por el dibujo y la animación puede tener que aceptar su falta de dotes artísticas y decidir, en cambio, dedicarse a otro campo. Tal fue el caso del aclamado Edwin Catmull, uno de los fundadores de Pixar y actual presidente de dicha empresa y de los Estudios de Animación Walt Disney, quien se decantó por las ciencias de la informática. En sus décadas de profesión, Catmull ha realizado invaluables aportes al ámbito de los gráficos por ordenador, entre los que se encuentran la invención del Z-Buffer, y el descubrimiento de algoritmos para anti-aliasing y subdivisión de superficies.

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