En 1986, LeDoux (en LeDoux, 1995)​ propuso que existen diferentes vías en la amígdala para el condicionamiento del miedo. Para lo cual ha propuesto que la participación de la amígdala en el condicionamiento del miedo actúa de dos maneras diferentes:

1 – Representa una ruta directa tálamo-amígdala que procesa aspectos sensoriales de los estímulos entrantes y transmite esta información directamente a la amígdala, permitiéndole una respuesta rápida ante una señal de amenaza, como podría ser el ataque de una serpiente (LeDoux, 2002).

2 – El Miedo es una ruta vía tálamo-corticoamígdala, que permite un análisis más complejo de los estímulos entrantes y ofrece una respuesta emocional más adecuada pero lenta del miedo (LeDoux, 2002).

A continuación les comparto mis reflexiones acerca del miedo y los satélites con los que damos entidad a su existencia, declara el Dr Fabián Sorrentino en su Entrenamiento para Mentores.

Podemos distinguir dos tipos de emociones, las negativas y las positivas. Las negativas nos tensan, obstaculizan el flujo de la energía, debilitan, entorpecen el funcionamiento de  los órganos, dificultan la asimilación de ideas, interfieren en la transmisión de información de una célula a otra. Las positivas, por el contrario, nos relajan, liberan energía,  refuerzan el sistema inmunológico, propician la transmisión de información entre células, permiten que fluya la energía, nos ponen más alertas y agudizan nuestra capacidad de aprendizaje.

Cuando el terror es muy grande, nos paraliza por completo y nos deja incapacitados para luchar. En ese caso, lo más probable es que perdamos el control de nuestros esfínteres, pues nuestro estado psicológico pone a funcionar el sistema Parasimpático. Una vez que hemos orinado o evacuado, tal vez lo que provoquemos en nuestro enemigo sea lástima y puede que nos deje en paz, y si no, nuestra relajación muscular al menos reducirá el dolor que nos pueda provocar el ataque.
Sólo tenemos dos opciones: atacar o huir. Dependiendo de la reacción que elijamos, vamos a terminar con la boca seca o con los pantalones mojados. Liderados por el Miedo o habernos cruzado al continente de la Ira.

En el susto, por su parte, todas estas reacciones en cadena se suceden sin que podamos impedirlo y muchas veces ni siquiera tenemos conciencia de lo que pasó dentro de nuestro cuerpo. Si alguien nos pregunta, horas más tarde del incidente, oye, ¿qué te pasó?, a lo más que llegaremos es a expresar «pasé por un gran susto», pero nunca diremos «fijate que, como me asusté, envié sangre a mis músculos para poder correr y mi hígado convirtió carbohidratos complejos en glucosa», y mucho menos a la conclusión de que un pensamiento y una emoción crearon química dentro de nuestro organismo sin que lo pudiéramos controlar. Puede que si vives sin conciencia continua sobre tus emociones es porque tu vida sea esté manifestando un gran susto. El hombre experimenta simultáneamente susto y dolor y los clasifica como cosas desagradables.

Se nos dice que la confianza y la cercanía nos vuelven vulnerables. En todo momento se promueve y se enaltece la desconfianza y se estimulan los más aberrantes extremos de individualismo, que en realidad no son más que máscaras patéticas de una sociedad «moderna» a la que le estorban las emociones.

¿Qué hace que nos contagiemos de una emoción y no de otra?
Nuestro mundo de creencias, que siempre está sostenido en nuestros propios conceptos de estima. Por ejemplo, para que nos emocione una ceremonia religiosa tenemos que creer en Dios y que nuestra vida merece atravesar por circunstancias como esa. Para que la película El exorcista nos atemorice tenemos que creer en la posibilidad de que el demonio nos posea. Lo mismo pasa cuando vemos venir a un perro rabioso. Nos da miedo porque sabemos que la rabia es una enfermedad mortal. Y nos enteramos no necesariamente por haber visto morir a alguien infectado por esa terrible enfermedad sino porque un ser querido se encargó de decírnoslo.

Acerca de Nuestras Fobias
Es un trastorno de salud emocional o psicológico que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas como, por ejemplo, a los insectos (entomofobia) o a los lugares cerrados (claustrofobia). Sin embargo, no es sencillamente un miedo, pues guardan grandes diferencias. También se suele catalogar como fobia un sentimiento de odio o rechazo hacia algo que, si bien no es un trastorno de salud emocional, sí genera muchos problemas emocionales, sociales y políticos (véase xenofobia, es decir, el odio a los extranjeros o extraños).

Las fobias han sido estudiadas en la psicología desde sus inicios. Freud (1929) manejó las fobias desde dos fases del proceso neurótico.
⃞ Primera fase: es la represión de la libido y su transformación en angustia, fase que queda ligada a un peligro exterior.

⃞ Segunda fase: se van constituyendo todos los medios de defensa destinados a impedir un contacto con este peligro, que queda como un hecho exterior.

Las fobias específicas son un tipo de trastorno de ansiedad, en el cual una persona puede sentirse extremadamente ansiosa o tener un ataque de pánico cuando es expuesta al objeto del miedo. Éstas son uno de los trastornos psiquiátricos más comunes, ya que una de cada 23 personas en el mundo sufre de alguna fobia, 11.2 millones de estadunidenses padece de fobia social, un miedo persistente e irracional ante situaciones que puedan involucrar el escrutinio y juzgamiento por otros.

Las fobias comienzan a desarrollarse en promedio a los 13 años y se dice que las mujeres son dos veces más propensas que los hombres a sufrir fobias. En las fobias, el sistema de alarma del miedo es demasiado rígido: siempre es excesivamente sensible. En la terapia se enseña al paciente a modular todo esto, ayudándole a que se esfuerce a mirar lo que le asusta y no a vigilar tanto su entorno. También procurando que aprenda a regular sus interpretaciones automáticas (juicios automáticos). No es fácil, pues la capacidad de razonamiento de las personas fóbicas se encuentra bajo el efecto de sus procesos emocionales que nublan su capacidad para hacer distinciones linguísticas: nuestra inteligencia se encuentra pues bajo la influencia de esos procesos.

El Pánico, por su parte, es una manifestación del miedo de orígen espiritual. frente a la imágen del semidios griego: Pan, quien solía aparecerse en las encrucijadas de caminos a los viajeros. Físicamente era parecido a un fauno; cuernos y extremidades inferiores de cabra. Su imagen es la que ha dado lugar a la iconografía cristiana del demonio. Precisamente por eso, cristianizándose una tradición anterior, se solían erigir en la Edad Media cruceros o cruces de piedra con una pequeña capilla para la Virgen, en las encrucijadas.

Hoy, les dedicaré en esta compilación de conceptos, mi energía a la emoción del Miedo.

emocion-miedoApreciaciones Linguísticas
José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su Diccionario de los sentimientos, analizan las relaciones que se pueden establecer entre distintos vocablos de un mismo campo semántico emocional, lo que nos permite conocer su matización y su gradación. Riesgo (resecare, romper un risco el casco de una embarcación), y peligro (de la raíz indoeuropea per-, ir hacia delante, penetrar en algún sitio) son palabras relacionadas con el miedo. Temor es el miedo a algo que se piensa que ya ha sucedido, y aprensión es la aversión a tocar algo. Canguelo (miedo breve) procede del caló y significa originariamente apestar, y se relaciona con el aflojamiento de esfínteres que produce el miedo. La gradación del miedo en la lengua castellana, según estos autores, comienza con el miedo intensivo, la fobia, el terror y el pavor (este último del indoeuropeo peu-, golpear, de donde proceden también pavura y espanto). El pánico es el miedo sin fundamento, colectivo y descontrolado (palabra derivada del nombre del dios Pan, y se refiere al miedo a los ruidos perturbadores de la naturaleza). Existe también un miedo breve y súbito, procedente de una causa pequeña, el susto (procedente del portugués), y también la alarma (que significa, etimológicamente, «a las armas»). El vocablo procede del latín metus, que tiene significado análogo. Como todas las emociones admite graduación, y así el diccionario ideológico de Julio Casares establece algunos términos asociados, como temor, recelo, aprensión, canguelo, espanto, pavor, terror, horror, fobia, susto, alarma, peligro o pánico que intentamos retratar en este artículo.

Científicamente Hablando
Existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que corresponden a las dos grandes teorías psicológicas: el conductismo y la psicología profunda. Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. Para el modelo de la psicología profunda el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.

Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.

Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.

Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.

Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.

Desde el punto de vista evolutivo el miedo es un complemento y una extensión de la función del dolor. El miedo nos alerta de peligros que no nos han ocasionado algún dolor, sino más bien una amenaza a la salud o a la supervivencia. Del mismo modo en que el dolor aparece cuando algo nocivo ataca nuestro cuerpo el miedo aparece en medio de una situación en la que se corre peligro.

Para algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción de alerta), sino que es un producto de la conciencia, que expande nuestro nivel de conocimiento.

En Busca de una Interpretación Ontológica:
Desde el momento en que nacemos sabemos que nuestra vida puede terminar de un momento a otro. Y la incertidumbre frente a lo desconocido nos dispone a percibir espacios de inseguridad. No se puede negar que tras una emoción intensa provocada por una situación de peligro, siempre aparecen conversaciones que nos dicen «esto me pudo haber destruido». ¡Qué susto pasé!». El instinto de supervivencia es uno de los más fuertes en todas las especies.

Desde la época de las cavernas los hombres primitivos trataron de representar en imágenes todo aquello que daba sentido a su vida, que les ayudaba a comprender el mundo, para responder a la pregunta: ¿qué hago yo aquí? ¿cuál es el sentido de mi existencia?

Creo que salvando las diferencias de «peligro real» desde nuestro nacimiento tenemos ese mismo interrogante. Y para encontrar la respuesta es que transitamos en esta dimensión, aprendiendo a confrontar las circunstancias, poniendo a prueba cada día la calidad de nuestro observador. A lo que me pregunto: ¿Acaso no hemos salido aireoso de ellas hasta hoy? ¿Que te hace pensar que vives constantemente en peligro de muerte? ¿Por qué sentimos Miedo?

Para un hombre primitivo, el dominio de su medio ambiente era primordial para mantener la vida. Las emociones como la ira o el miedo le eran de gran ayuda, pues lo pertrechaban tanto en la lucha como en la huida frente a los animales salvajes, sueltos. La pregunta del millón es: cuán funcionales son estas emociones en el mundo en el que hoy estás viviendo? ¿Cuál es la amenaza real que está poniendo en peligro tu vida? ¿Puede que tu vida, vista desde el miedo, sea una manifestación un tanto exagerada? ¿Hasta cuando le darás a tu ego el rol protagónico de tu existencia?

Aprende a diferenciar el Horror del Terror y el Espanto.
El terror es un miedo muy intenso experimentado en nosotros mismos, mientras que el horror es un sentimiento intenso (no necesariamente miedo) causado por algo espantoso.

El espanto, por su parte, es una enfermedad que padecen animales y humanos (especialmente los niños), que consiste en la pérdida del alma causada por una gran impresión o por un miedo profundo. La sabiduría popular asevera que de no ser curado a tiempo, el espanto puede ocasionar la muerte. Para curar este padecimiento existen múltiples métodos a lo largo y ancho de México.

La Puerta de Salida:
La vulnerabilidad se relaciona con la capacidad de un individuo o de una comunidad para enfrentar eventos peligrosos o dañinos específicos en un momento dado. Aceptando que somos vulnerables ya tenemos el primer paso dado. Así es como desarrollamos nuestra capacidad para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarnos del impacto de una amenaza natural o riesgo por un evento distinto e identificable de la naturaleza o de la sociedad.

El miedo entra por los ojos. Ellos son los que nos advierten cuando el peligro acecha y nos informan cuando cesa. Los noticieros y los periódicos nos inundan de imágenes terroríficas que nos llenan el corazón de temor. Para contrarrestarlo, bastaría ver la imagen de un campo verde. Al verde se le asocia con la esperanza y con todo lo que potencialmente contiene formas de vida, con el renacer de las plantas, con la acción renovadora de la naturaleza. Frente al verde nadie puede renunciar a un sentimiento de bienestar y paz, de ahí que toda terapia que use los colores ha de buscar el verde como elemento esencial para recuperar la salud del espíritu.

En los consultorios dentales se utiliza el óxido nitroso, o gas de la risa, para que la gente pueda mantener una actitud relajada durante el tratamiento dental. Si el paciente logra liderar el temor y la ansiedad su dolor disminuirá. El óxido nitroso no es un anestésico, simplemente tranquiliza.

La práctica de la meditación logra un efecto parecido. Relaja, calma, tranquiliza, física y mentalmente. Si logramos aquietar nuestros pensamientos, automáticamente las emociones se apaciguan y le permiten al cuerpo una total relajación.

Aunque no hay muchas pruebas definitivas de que la risa sane, algunos hospitales, como el Monte Sinaí de Nueva York, están utilizando los servicios de los payasos para atender a los niños y determinar qué tan efectiva es la risa para acelerar el proceso de recuperación de una persona.

El doctor Kuhn, psiquiatra de la Universidad de Louisville, está tan convencido de las propiedades curativas de la risa que se convirtió en un comediante profesional para atender a sus pacientes. No le importa lo que la gente «seria» piense. Pues el miedo a ser considerado una persona boba, frívola y hasta cierto punto irresponsable, hace que reprimamos la risa. Y para él, la risa y sus beneficios son cosa seria. Lo más interesante de la risa es que beneficia al que la ejercita aunque sea a través de una risa fingida. De hecho, dicen que si uno aprende bien la mecánica de la risa podría engañarse para ser feliz. ¿Será? Vale la pena intentarlo. Aunque a mi ver, el ser feliz es un poco más complejo. No sólo requiere de un bienestar físico, sino espiritual.

El ser humano siempre se pregunta ¿me siento bien o me siento mal? ¿Estoy actuando bien o estoy actuando mal?, antes de poder determinar si es feliz o no. Se guía por sus emociones para juzgar si sus acciones son correctas o equivocadas. Si con ellas obtuvo lo que buscaba. Si logró que lo quisieran o no. Porque siempre, bajo una alegría o una tristeza está la necesidad de ser aceptado, apreciado, amado.

Es muy bello pensar que atrás del miedo que nos produce un perro rabioso se esconde el deseo de alguien que no quería que muriéramos de esa manera. Atrás de esa emoción, pues, no sólo está presente un pensamiento, sino un deseo auténtico de brindarnos protección. De compartir una experiencia. De permanecer a nuestro lado de alguna manera. Algunos filósofos definen al amor como la voluntad del amante por unirse a la cosa amada. Esta voluntad se hace presente cuando compartimos con la persona que amamos.

¿Qué pasaría si creyéramos en el Poder del Amor? Si estuviéramos convencidos de que el amor nos va a salvar como especie. Que de ahora en adelante va a estar por encima de la avaricia, del egoísmo y del miedo. Por encima de las decisiones del Fondo Monetario Internacional y las de cualquier gobierno. Tal vez, ése es el primer paso para empezar a cambiar el mundo. Sonreír. Soy un convencido que que si empezamos a considerar la risa como la gran manifestación, modificaremos positivamente nuestro futuro.

Compilación y Desarrollo por Fabián Sorrentino. Fuentes:
El Libro de las Emociones. Son de la Razón, sin Corazón: Laura Esquivel
Wikipedia: Conceptos relacionados al Miedo.
J. A. Marina y M. L. Penas, Diccionario de los sentimientos, ed Anagrama, 1999
Estudio sobre la fisiología del miedo: http://www.viam.com.mx/articulos/ansiedad/fisiologia-del-miedo.htm