Proveniente del griego, la palabra discurso implica en el lenguaje cotidiano, dar a conocer un mensaje razonado, en forma masiva y oral.

El discurso se contiene en un texto que puede estar escrito y quien lo emite lo lee; o puede ser un discurso espontáneo e improvisado que surge directamente de la mente del hablante y no tiene soporte escrito.

Los fines del discurso son múltiples; desde brindar información sobre un tema, argumentar una cuestión, alabar u homenajear a alguien, o recordar un acontecimiento relevante (como ocurre en los discursos emitidos en las fiestas patrias) o tratar de convencer, como ocurre con los discursos políticos.

Todo discurso consta de un tema, una estructura y un estilo, según lo que intenta transmitir, y a las personas a quienes se dirige. Debe contener una organización, ser claro y coherente.

Los discursos argumentativos y persuasivos implican tomar una postura, lo que conlleva a que tengan mayor subjetividad y valoración.

Más técnicamente la lingüística define como discurso a todo texto, oral o escrito, llamando género discursivo a cualquier dispositivo de comunicación generado en un contexto humano histórico-social. En esta acepción son discursos una crónica periodística, la explicación de un profesor, una novela, una publicidad gráfica, una demanda judicial, un ensayo, un artículo científico, etcétera. Bossuet escribió por ejemplo en 1681 un “Discurso sobre la historia universal” y Maquiavelo escribió en 1531 “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”.

Según el historiador y filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) un discurso es una creación de quien lo emite que surge del contexto que lo rodea y de su propio interior, dando lugar una nueva realidad: la que construye quien hace el discurso.

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