Acción mental que genera una indefinición frente a la exigencia de tomar una determinación. Se suele atribuir a una debilidad de la persona, en circunstancia de que en muchos casos se debe a la exigencia de dos opciones igualmente válidas, o a dos fuerzas interiores igualmente poderosas, o a la existencia de factores represivos que impiden actuar. Todo ello lleva a no descalificar la existencia de la duda, sino a explorar qué la genera

La duda puede proyectarse en los campos de la decisión y la acción, o afectar únicamente a la creencia, a la fe o a la validez de un conocimiento. Si le antecede una «verdad» convencionalmente aceptada, la duda implica inseguridad en la validez de ésta.

Cuando la duda se acepta como ignorancia

René Descartes o, traducido hasta hace poco al español como Renato Descartes, (también conocido con el nombre latino de Cartesius) es quien inaugura en la filosofía un movimiento tendente a esclarecer las ideas de otros filósofos. Se hizo la pregunta de si es posible un verdadero conocimiento entendiendo por tal aquel del cual no podemos tener la menor duda de su claridad. A partir de esto se establece la duda metódica como herramienta al permitirle dudar de todo cuanto existe; de este constante dudar logra establecer que puede dudar de todo menos de su yo duda es decir de que su ego existe indubitablemente y ese ego tiene una base concreta en lo real (Véase: cogito ergo sum).

En Busca de una Interpretación Psicológica.

Dice Lise Bourbeau en su libro «Obedece a Tu Cuerpo, Amate»:
La duda está directamente relacionada con lo mental. Es un estado obsesivo que me impide “conectarme” claramente en lo físico. La duda puede resultar de planteamientos del tipo: ¿lo he hecho o no? Me hago preguntas muy pragmáticas o al contrario bajo forma metafísica, llevando sobre el valor de la vida, de la religión, del deber, de la verdad, etc.… Cuestiono constantemente mis decisiones, me pregunto si hice la buena elección frente a las situaciones de mi vida. La duda puede perturbar y envenenar mi existencia. El mejor remedio es empezar a escuchar mi voz interior y hacer más confianza a la vida. Dando seguridad a mi yo interior, acepto quedar libre de las ataduras mentales que frenan mi evolución espiritual. Cuando se trata de mis relaciones con las personas de mi entorno, en vez de envenenarme la existencia con la duda, aprendo a comprobar mis necesidades, mis impresiones, mis intuiciones cerca de dichas personas.

Etimología por José Ferrater Mora

“Vacilación”, “irresolución”, “perplejidad”. Estas significaciones se encuentran ya en el vocablo latino dubitatis. En la dubitatio hay siempre (por lo menos) dos proposiciones o tesis entre las cuales la mente se siente fluctuante; va, en efecto, de una a otra sin detenerse. Por este motivo, la duda no significa falta de creencia, sino indecisión con respecto a las creencias. En la dudahay un estado de suspensión del juicio (véase epojé). Puede decirse, pues, que la duda es la actitud propia del escéptico (véase escepticismo), siempre que entendamos a éste no como el que no cree en nada, sino como el que pone entre paréntesis sus juicios en vista de la imposibilidad en que se halla de decidirse.

Dentro de esta significación general, la duda —o, mejor dicho, el estado de duda— puede entenderse de varios modos. A nuestro entender, se reducen a los siguientes: (1) la duda como actitud; (2) la duda como método; (3) la duda como elemento necesario para la fe. Es poco frecuente encontrarejemplos puros de cualquiera de estas tres significaciones en la historia de la filosofía, pero puede hablarse de varias concepciones de la duda en las cuales se manifiesta la tendencia a subrayar una de ellas.

La duda como actitud es frecuente entre los escépticos griegos y los renacentistas. Es también bastante habitual entre quienes, sin pretender forjar ninguna filosofía, se niegan a adherirse a cualquier creencia firme y específica o consideran que no hay ninguna proposición cuya validez pueda ser probada de modo suficiente para engendrar una convicción completa. Característico de esta forma de duda es el considerar el estado de irresolución como permanente, pero al mismo tiempo el encontrar en él una cierta satisfacción psicológica. En la duda como actitud la mente se goza “en no dar ninguna respuesta y en no producir ninguna convicción”, como, según Hume (En-quiry, sec. 12), ocurre cuando adoptamos argumentos “meramente escépticos”, del tipo de los de Bayle o Berkeley. Se ha dicho que la actitud de la duda tal como se manifestó por lo menos entre los escépticos griegos es una “conclusión” a la cual se llega después de haber rechazado como válidos todos los argumentos conducentes a demostrar la absoluta verdad de cualquier proposición.

Pero puede decirse asimismo que es un punto de partida sin el cual no se produciría tal escepticismo. De hecho, la duda como actitud se encuentra en ambos extremos: se parte de ella para llegar a ella. La cuestión que se plantea entonces es la de si es factible permanecer siempre en el estado de duda. Puede responderse a ello que si la duda fuera simplemente una no creencia, el estado en cuestión sería probablemente poco duradero. Pero como la duda en cuanto actitud es una forma de “creencia” —la creencia de que no es posible decidirse—, su plausibilidad psicológica queda asegurada.

La duda como método ha sido empleada por muchos filósofos. Hasta se ha dicho que es el método filosófico por excelencia en tanto que la filosofía consiste en poner en claro todo género de supuestos — lo cual no puede hacerse sin someterlos a la duda. Sin embargo, solamente en algunos casos se ha adoptado explícitamente la duda como método. Entre ellos sobresalen San Agustín y Descartes: el primero en la proposición Si fallor, sum, por la que aparece co mo indudable la existencia del sujeto que yerra; el segundo en la proposición Cogito, ergo sum (véase), por la que queda asegurada la existencia del yo dubitante. En estos ejemplos puede decirse que la duda es un punto de partida, ya que la evidencia (del yo) surge del propio acto del dudar, de la reducción del pensamiento de la duda al hecho fundamental y aparentemente innegable que alguien piensa al dudar.

La duda como elemento necesario a la fe consiste en suponer que la feauténtica no es un mero creer en algo a ojos cerrados, sino un creeracompañado de la duda y en gran medida alimentado por la duda. Varios pensadores han subrayado este aspecto de la duda; Unamuno destaca entre ellos. Según Unamuno, en efecto, una fe que no vacila no es una fe: es un mero automatismo psicológico. Por consiguiente, en esta idea de la dudala fe y la duda son inseparables.

Las posiciones (1) y (3) son predominantemente de índole vital o, si se quiere, existencial; la posición (2) —especialmente en la forma cartesiana— es predominantemente de naturaleza intelectual. Subrayamos ‘predominantemente’, porque en la cuestión de la duda no pueden trazarse líneas divisorias demasiado rígidas entre lo vital y lo intelectual. Los que adoptan la duda como actitud o como elemento subyacente a la fe emplean asimismo abundantes argumentos; los que dudan metódicamente por medio de argumentos tienen previamente una actitud dubitante. Una última cuestión que se plantea respecto a la duda es, una vez adoptada, cómo salir de ella. Los escépticos radicales manifiestan que tal salida es imposible. Los escépticos metódicos declaran que en la propia entraña de la duda se encuentra la posibilidad de descubrir una proposición indudable; se puede dudar de todo menos de que se duda de que se duda. Los escépticos por motivos de fe señalan que no es conveniente salir de la dudasi se quiere mantener la vitalidad de una creencia. A estas respuestas —correspondientes, grosso modo, a las posiciones (1), (2) y (3)— puede agregarse otra, muy propia de las filosofías que pueden calificarse de activistas: consiste en poner de relieve que la acción es la única posibilidadque hay de vencer la duda. Según esta posición, la duda emerge solamente cuando permanecemos en el plano intelectual. En cambio, en el plano vital son inevitables las decisiones, de modo que solamente de un modo transitorio puede darse el estado de fluctuación e irresolución que caracteriza la duda.

Fuentes: José Ferrater Mora y Actitudes y Conductas de la Universidad Bolivariana.