Dícese de algo que es exterior cuando se halla fuera de algo dado. ‘Exterior’ significa, pues, «fuera», «fuera de». Se dice de algo que es externo cuando se manifiesta al exterior. Los sentidos de ‘exterior’ y ‘externo’ se hallan íntimamente relacionados. En filosofía suelen emplearse los dos términos casi siempre indistintamente. Aquí usaremos el vocablo ‘exterior’, pero advirtiendo que en muchos casos hubiéramos podido asimismo emplear el vocablo ‘externo’. En la literatura filosófica se encuentra, por ejemplo, la expresión ‘mundo externo» tan frecuentemente como la expresión ‘mundo exterior’.

‘Exterior’ se usa común mente en sentido espacial. X es exterior a Y porque se halla en distinto lugar que Y. A la vez, el espacio es considerado en sí mismo como algo «exterior», porque cada una de sus «partes» es exterior a cualquier otra parte; el espacio es partes extra partes. Sin embargo, es posible usar el vocablo ‘exterior’ sin darle sentido espacial. Por ejemplo, puede decirse que lo trascendente es exterior a lo inmanente. Tomado en su sentido más general, lo exterior es definido como el «ser fuera de. . .». Metafísicamente, lo exterior es definido como el «ser fuera de sí», a diferencia de lo interior (o, mejor, íntimo), caracterizado como un «ser para sí mismo».

En teoría del conocimiento y en metafísica se ha planteado el llamado «problema de la existencia del mundo exterior». Es el problema de si existe tal mundo independientemente de un «sujeto» y de si puede probarse concluyentemente su existencia. La independencia en cuestión no significa que el mundo exterior se halle en «un lugar distinto» del que «ocupa» el «sujeto». La relación entre el «sujeto» (sea metafísico, sea gnoseológico) y el mundo exterior se determina aquí por medio de los conceptos de trascendencia e inmanencia. El «sujeto» de que se habla no es necesariamente un «sujeto psicológico»; es un sujeto metafísico, o un sujeto gnoseológico. El problema de la relación, o relaciones, entre un sujeto gnoseológico y el «mundo exterior» ha sido dilucidado en el artículo Conocimiento .

Agreguemos aquí que este problema consiste en un cierto número de cuestiones, tales como las siguientes: «¿Es el mundo exterior independiente de su ser conocido?», «¿Cómo puede tenerse una seguridad completa de que hay un mundo exterior?», «¿Está el conocimiento del mundo exterior determinado, cuando menos en parte, por un sistema de conceptos ‘impuestos’ (o, mejor, ‘sobreimpuestos’) por, el sujeto?» Como ejemplos clásicos del modo de plantear el problema del mundo exterior pueden citarse los de Descartes, Berkeley y Kant. En general, dos tesis se han enfrentado en lo que toca a la cuestión gnoseológica del mundo exterior: el realismo y el idealismo, con numerosas posiciones intermedias. El realismo sostiene que hay un mundo exterior independiente del sujeto cognoscente, pero hay muchos modos de sostener esta «independencia»: puede afirmarse que lo que en verdad hay es lo que se llama «mundo exterior» o «las cosas» y que no solamente tal mundo es trascendente al sujeto, sino que el llamado «sujeto» es simplemente una parte del mundo que se limita a reflejar éste y a actuar sobre él; puede afirmarse que el mundo exterior existe y es tal como existe; puede sostenerse que existe, pero que su realidad «en sí» es incognoscible, siendo cognoscibles sólo las «apariencias» de tal mundo; puede sostenerse que existe y que puede ser conocido como es con tal que se examine críticamente el proceso del conocimiento, etc.

En vista de la diversidad de tales posiciones, suele agregarse algún adjetivo al nombre ‘realismo’: el realismo es ingenuo, crítico, trascendental, etc. etc. Además, algunas de las posiciones llamadas «realistas» se aproximan a algunas de las posiciones llamadas «idealistas», cuando menos las «idealistas moderadas». El idealismo (v.), a su vez, mantiene que el mundo exterior no es independiente del sujeto cognoscente, pero hay asimismo muchos modos de entender esta falta de independencia: puede sostenerse que no hay propiamente «mundo exterior», puesto que todo ser es ser percibido (véase ESSE EST PERCIPI); puede afirmarse que el llamado «mundo exterior» (o «la realidad») es cognoscible sólo porque es ( metafísicamente ) engendrado o producido por un sujeto —o «el sujeto», la subjetividad como tal—; puede sostenerse que, exista o no un mundo exterior, su ser se da únicamente como ser conocido; puede indicarse que el mundo exterior es (gnoseológicamente) inmanente al sujeto cognoscente en los muy diversos sentidos de la expresión ‘inmanente a’, etc. etc. También se adjetiva la posición idealista de muy diversos modos: idealismo absoluto, crítico, trascendental. Algunas de estas cualificaciones proceden del planteamiento del problema del mundo exterior como problema metafísico (Cfr. infra). Otras son exclusivamente gnoseológicas. Lo mismo que sucede con el realismo, también el idealismo en algunas de sus formas se acerca a la doctrina «contraria». Debe advertirse que así como la mayor parte de las doctrinas llamadas «idealistas metafísicas» derivan de un cierto modo de entender los predicados ‘existe’, ‘existe independientemente de’, etc., la mayor parte de las doctrinas llamadas «idealistas gnoseológicas» derivan de un cierto modo de entender los predicados ‘existe como objeto conocido’, ‘no existe independientemente de… como objeto conocido’, etc.

El problema gnoseológico no puede siempre deslindarse fácilmente del problema metafísico. Mucho de lo que hemos dicho sobre el primero podría aplicarse al segundo. Diremos, sin embargo, algunas palabras más sobre el último. Las dos principales doctrinas que se han enfrentado al respecto han recibido asimismo los nombres de «idealismo» y «realismo» (metafísicos), con numerosas variantes. Según el idealismo, el mundo exterior —o, en general, «el mundo»— es inmanente (ontológicamente) al sujeto, al yo, al espíritu, a la conciencia, etc. El idealismo extremo sostiene que el mundo es «producido» o «engendrado» por el sujeto, yo, etc., pero aun así no debe imaginarse que tal idealismo sostiene que el sujeto produce el mundo al modo como se «producen» las cosas. El idealismo moderado mantiene que el mundo es «contenido» del sujeto, del yo, etc., pero tampoco hay que entender la expresión ‘es contenido de’ como designando una cosa en otra, o cualquier cosa en un espacio. Ninguna forma de idealismo niega que haya «cosas externas». Pero interpreta ‘haber’ en un sentido muy distinto del que proponen las doctrinas realistas. Las «cosas externas» carecen de suficiencia ontológica; propiamente hablando, su «ser» consiste en «estar fundado en el sujeto». Según el realismo, el mundo es trascendente (ontológicamente) al sujeto, al yo, al espíritu, a la conciencia, etc. Estos últimos «se hallan» en el mundo. Pero la mayor parte de los autores realistas no entiende tampoco ‘hallarse en el mundo» al modo como una cosa se halla en otra, o una cosa se halla en un espacio. El sujeto no es, en rigor, una «cosa»; es un «conocer el mundo».

Algunas de las doctrinas idealistas metafísicas son a la vez idealistas gnoseológicas [o epistemológicas] (como ocurre con Berkeley), pero no todas las doctrinas idealistas gnoseológicas son idealistas metafísicas (como ocurre con Kant). La mayor parte de las doctrinas realistas metafísicas son a la vez realistas gnoseológicas. En ciertos casos es muy difícil deslindar lo que hay de metafísico de lo que hay de gnoseológico en una doctrina idealista o realista. Esas expresiones —’inmanente a’, ‘trascendente a’, ‘contenido de’, etc.— son con frecuencia las mismas, y son parecidas también las definiciones ofrecidas de las correspondientes doctrinas. Por este motivo se ha planteado a veces la cuestión de si es posible distinguir completamente entre el idealismo metafísico y el idealismo gnoseológico, y entre el realismo metafísico y el realismo gnoseológico. En la medida en que una teoría del conocimiento presupone una metafísica, y a la inversa (Nicolai Hartmann), la distinción resulta imposible. Pero el mismo hecho de que se habla de «elementos metafísicos» y de «elementos gnoseológicos» que se implican mutuamente permite suponer que cierta distinción por lo menos es practicable.

Debe observarse que cada una de las doctrinas en cuestión, además de ofrecer numerosas variantes, se combina con otras doctrinas metafísicas u ontológicas en diversas medidas. Así, por ejemplo, el idealismo metafísico se combina a veces con el monismo (Bradley), y hasta se afirma que un idealismo metafísico consecuente tiene que ser monista. En todo caso, lo inverso no es en manera alguna obvio: en efecto, el monismo puede no ser (y con frecuencia no es) idealista, sino realista (y aun realista materialista). Otras veces el idealismo se combina con una doctrina dialéctica, pero también tal doctrina puede aliarse con el realismo.

Algunos autores han declarado que las dificultades suscitadas por todas las doctrinas idealistas y realistas (sea metafísicas, sea epistemológicas, o ambas a un tiempo) se debe a que se comienza por establecer una contraposición artificial de lo inmanente con lo trascendente, del sujeto con el objeto, de la conciencia con el mundo, etc. Así, los filósofos de tendencia «neutralista», es decir, los que han

sostenido que no hay razón para distinguir entre lo físico y lo psíquico (E. Mach, Russell en cierta fase de su pensamiento filosófico, Avenarius, etc.), han incluido que las posiciones idealistas y realistas (cuando menos las «tradicionales») carecen de fundamento. Contra ello se ha argüido que todo «neutralismo» tiene una cierta tendencia idealista. Por otro lado, la idea de la conciencia como «conciencia intencional» (véase INTENCIÓN, INTENCIONAL, INTENCIONALIDAD) ha parecido asimismo salir al paso de cualquier intento de considerar las posiciones idealistas y realistas como fundamentales y «previas» a cualquier otra concepción filosófica. Si la conciencia es «conciencia de», no hay propiamente un sujeto substante que se halle en el mundo o que «contenga» o «engendre» el mundo: la conciencia no es una realidad, sino una «dirección». A la vez, no puede haber «conciencia de» sin un objeto al cual se dirija la conciencia: por tanto, hay por lo menos un «objeto intencional». Ahora bien, los desarrollos que ha experimentado la teoría de la conciencia como conciencia intencional (especialmente los desarrollos de tal teoría en Husserl) han mostrado que no es difícil dar ciertas interpretaciones que se acercan, según los casos, al realismo o al idealismo. Aunque el llamado «idealismo fenomenológico» sea distinto de los idealismos anteriores a él, suscita con frecuencia problemas muy similares.

Heidegger coincide con los autores últimamente referidos en cuanto que se esfuerza por situarse «más acá» del idealismo y del realismo, pero fundamenta su posición de modo muy distinto. No se trata para Heidegger de dar «una prueba» de la existencia del mundo exterior; el hecho de que no se haya encontrado hasta ahora una prueba satisfactoria no es «el escándalo de la filosofía». Más bien es «el escándalo de la filosofía» el que se espere que haya algún día tal prueba, o que se siga buscando. No hay, en suma, «un problema de la realidad del mundo exterior», sea metafísico o sea epistemológico.

La Existencia —Dasein (v.)— es «estar en el mundo», lo cual no significa que hay un mundo en el cual se halla la Existencia, sino que la Existencia es en tanto que Existencia-que-está-enel-mundo. El problema que se plantea es, pues, solamente el de por qué la Existencia como estar-en-el-mundo «tiene la tendencia a sepultar el ‘mundo exterior’ en una nada epistemológica con el fin de probar su realidad» (Sein una Zeit, § 43). Con la Existencia como estar en el mundo, las cosas del mundo aparecen ya manifiestas. Afirmar esto, indica Heidegger, parece indicar que se favorece la tesis «realista». Y cierto que se favorece tal tesis en cuanto que no se niega que haya seres intra-mundanos «a la mano». Pero la tesis realista es distinta de la de Heidegger en cuanto que presupone que el «mundo» requiere «prueba» y que «puede probarse». Por otro lado, la tesis de la Existencia como estar-en-el-mundo parece favorecer la tesis idealista en cuanto ésta se desprende de toda contaminación «psicológica» y afirma que el ser no puede explicarse por medio de los entes, esto es, que el ser es trascendental a los entes (lo cual sostuvo no sólo Kant, sino también, a la postre, Aristóteles). Pero la tesis idealista es distinta de la de Heidegger en cuanto sostiene que todos los entes se «reducen» a un sujeto o a una conciencia. Realismo e idealismo coinciden en considerar el mundo exterior como algo «añadido» a un «sujeto». Pero no hay tal «añadido» ni siquiera tal «sujeto». Como escribe Zubiri, al reformular el análisis de Heidegger, si el «ser del sujeto consiste, formalmente, en una de sus dimensiones, en estar ‘abierto’ a las cosas», la exterioridad del mundo no será un simple factum, sino «la estructura ontológica formal del sujeto humano». Lo que se llama «sujeto» o «sujeto humano», empero, no es un ente, sino un «estar en»; si se quiere, una «situación». Y esta «situación» no se halla en el mundo, sino que consiste en un estar-en-el-mundo. Con ello Heidegger pretende no sólo colocarse «más acá» del realismo y del idealismo, sino también de toda doctrina para la cual el significado de ‘realidad’ es ‘conciencia de resistencia’ (VÉASE RESISTENCIA). Los filósofos que abogaron por esta última doctrina —la doctrina de la realidad como «resistibilidad»— eludieron algunas de las más graves dificultades suscitadas por el idealismo o el realismo «tradicionales». Pero tales filósofos (Dilthey, Max Scheler) fallaron por varios motivos: Dilthey, por dejar ontológicamente indefinida la noción de «vi y

da» y acaso también por empeñarse en afrontar el problema como problema epistemológico; Scheler, por interpretar la existencia (en su teoría volitiva de la existencia) como algo «presente». Según Heidegger, los análisis de Dilthey y Scheler contienen aspectos positivos. Pero no se ha reparado en ellos que la experiencia de la resistencia es ontológicamente posible sólo a base de la concepción de la

Existencia (Dasein) como un constitutivo «estar abierto» al mundo, y este último como la «apertura». A lo sumo, se puede decir que la resistencia caracteriza «el mundo externo» sólo en el sentido de «las cosas en el mundo». Pero no en el sentido de «el mundo». Como indica Heidegger, «‘la conciencia de la realidad’ es ella misma un modo de estar-en-el-mundo» (loc. cit.). En ello se muestra que la Existencia como Existencia-que-estáen-el-mundo no puede compararse con ninguna de las «entidades» que idealistas, realistas, «neutralistas» e inclusive filósofos de la «resistencia» presuponen: sujeto, yo, conciencia, etc. Y tampoco el «mundo» puede compararse con el mundo de que tales filósofos hablan, pues para Heidegger el mundo no es un ente, ni una colección de entes, sino «apertura de la Existencia a los entes». Ni siquiera se puede decir que los objetos son trascendentes al sujeto y que éste consiste en dirigirse intencional-mente a los objetos. Se puede decir, en cambio, que la Existencia trasciende los entes hacia el mundo .

Las ideas de Heidegger acerca del problema (o pseudo-problema) del mundo exterior han ejercido notable influencia, aun en pensadores que se hallan muy alejados de todas las demás tesis heideggerianas. Pero numerosas tendencias filosóficas contemporáneas prefieren un planteamiento distinto del problema sin por ello pretender reproducir simplemente las posiciones «clásicas». Así ocurre con G. E. Moore, cuya «refutación del idealismo» hemos expuesto en el artículo dedicado a este pensador. Aquí parece que se trata solamente de reafirmar el «sentido común», pero debe tenerse en cuenta que en la refutación de Moore se halla implícita una «idea de la realidad» no siempre reducible a la mantenida por muchos realistas. Así ocurre asimismo con los filósofos adscriptos al Neo-realismo , que se han esforzado por replantear la cuestión del mundo externo. Para algunos positivistas lógicos, la cuestión del mundo exterior es fundamentalmente la cuestión de cómo puede hablarse del mundo Ínter-subjetivamente si los enunciados básicos o protocolarios ( v. ) describen «lo que hay» para cada sujeto dado. Positivistas lógicos, atomistas lógicos (véase

ATOMISMO LÓGICO) y, en general, los filósofos de tendencia «analítica» han tendido a plantear el problema del mundo exterior en función de la cuestión de la relación entre lenguaje y realidad. Los análisis de Sartre y Merleau-Ponty, en cambio, son, por lo menos en espíritu, semejantes al de Heidegger. Un estudio detallado del problema del mundo exterior ha sido llevado a cabo por Román Ingarden . Nicolai Hartmann ha proclamado que su posición se halla «más allá del realismo y del idealismo», pues éstos han partido del objeto o del sujeto y han intentado luego absorber en el uno o en el otro, o «situar» al uno «dentro» del otro, o relacionarlos de algún modo, cuando lo que sucede es que ni el sujeto tiene sentido sin el objeto ni el objeto sin el sujeto; ambos se hallan «co-implicados». Se ha argüido que la doctrina de N. Hartmann al respecto es puramente «formal» comparada con la de Heidegger, pero los que siguen a Hartmann han indicado que la doctrina de Heidegger depende de una «ontología especulativa» y no —como debería ser— de una «ontología crítica».

La cuestión de la existencia del mundo exterior —sea considerada como cuestión metafísica, o como cuestión epistemológica, o ambas a un tiempo— puede ser afrontada de tres maneras: puede ser declarada una cuestión permanente de la filosofía; puede ser denunciada como una pseudo-cuestión; o puede ser presentada como una cuestión que ha surgido dentro de un cierto «horizonte» filosófico y que tiene sentido solamente dentro de tal «horizonte». Los que afrontan la cuestión de este último modo suelen indicar que se trata de un problema de «la filosofía moderna», especialmente a partir de Descartes. En este caso habría que rechazar el adjetivo ‘realista’ aplicado a la mayor parte de las doctrinas filosóficas antiguas y medievales, ya que para éstas no se plantearía el problema de si hay que ser realista o idealista. Indicamos, en orden cronológico, algunos trabajos sobre el problema del mundo exterior, con excepción (salvo unos pocos casos) de las obras de los autores referidos en el artículo. Debe completarse la siguiente bibliografía con trabajos que se incluyen en los artículos CONOCIMIENTO, IDEALISMO, NEO-REALISMO, PERCEPCIÓN y REALISMO.

Abasuly Reyes – martes, 23 de agosto de 2011, 14:53 – Fuente: Diccionario José Ferrater Mora