Hábito de dar o compartir con los demás. Comparado a menudo con la caridad como virtud, la generosidad se acepta extensamente en la sociedad como un hábito deseable.

En momentos de desastres naturales, los esfuerzos de la ayuda son con frecuencia proporcionados, voluntariamente, por individuos o grupos que actúan de manera unilateral en su entrega de tiempo, de recursos, de mercancías, de cobijo, etc.

La generosidad puede también ser de tiempo personal, de dinero, o de trabajo, para otros, sin la recompensa en vuelta. Aunque el término generosidad, va a menudo de común acuerdo con caridad, mucha gente en el ojo del público desea el reconocimiento de sus buenos actos. Las donaciones son necesarias para apoyar a organizaciones y a sus comités, pero sin embargo, la generosidad no debería estar limitada a épocas de gran necesidad tales como desastres y situaciones extremas, ya que la generosidad no ha de estar basada solamente en el estado económico o material muy bajo, sino que por el contrario, esto incluye las intenciones puras del individuo de mirar hacia fuera para bien común de la sociedad, o bien de terceros individuos o grupos, y así dar ejemplo a los demás.

La generosidad como virtud

Difícilmente se puede apreciar en los demás con objetividad. En el momento de juzgar los actos de otras personas, estaremos normalmente centrando la atención en el que recibe o en las características de la aportación.

Por ejemplo, si nos enteramos de que alguna persona sin problemas económicos ha regalado una cantidad de dinero a algún pariente suyo con necesidades, es lógico que le llamemos «generoso». Sin embargo, esa aportación seguramente no le ha costado mucho esfuerzo. En realidad, desconocemos el motivo del acto: ¿ha sido por reconocer la necesidad de su pariente o por no sentirse culpable, etc.

Es decir, podemos identificar distintos medios o maneras para poder llevar a cabo un acto de generosidad, pero un acto será muestra de generosidad o no, de acuerdo con la intensidad con que se viva la virtud y la rectitud de los motivos.

Así, se distingue por una parte entre el altruismo, definido como «procurar el bien ajeno aún a costa del propio», y por otra parte, la generosidad, definida como «ofrecerle a alguien más de lo que espera o requiere».

Se sabe que la hormona oxitocina está relacionada con el término y un experimento realizado sobre su impacto indicó que la hormona afectaba dos veces más a la generosidad que al altruismo. Esto sugiere que a diferencia del altruismo, la generosidad, aunque claramente relacionada con lo primero, también está asociada a una identificación emocional con otra persona.

Un significado original de la palabra “generoso” podría ser: alguien se siente atraído por cosas grandes y que las maneja con mucha eficacia, es decir, que es ágil, que hace grandes cosas sin dudar mucho, y las comparte con otros.

Valores en acción

Junto a las personas generosas nos sentimos bien y nuestro corazón se ensancha, mientras que las personas mezquinas nos dejan un sabor amargo ya que en su presencia se contrae nuestro corazón.

La persona que es demasiado ahorrativa es mezquina. La palabra “avaricia” viene de la palabracodicia”. El mezquino, anhela la riqueza y el camino hacia ella consiste en no dar nada, en guardar todo para sí.

Pero el mezquino no alcanza la felicidad con lo que tiene, porque se ve obligado incluso, a ocultar sus posesiones, por temor a que otros puedan envidiarlas y quitárselas.

El orador griego Demócrito dice lo siguiente: “Los mezquinos se asemejan a las abejas, ellas trabajan como si fueran a vivir siempre”.

De tanto trabajar, el mezquino olvida disfrutar, no es capaz de gozar con lo que tiene ni puede compartirlo con los demás.

Cuando comemos solos, sentimos menos alegría que cuando dejamos que otras personas se sienten en nuestra mesa. El mezquino solo conoce el trabajo y el ahorro y, de esta forma, se olvida de la vida.

La avaricia achica el corazón, mientras que la generosidad lo agranda.

La persona generosa quiere compartir y abrir su corazón a otros. Puede compartir, con amplitud, sus posesiones porque le importa más el corazón que las muchas cosas que posee.

En su corazón hay espacio para muchas personas y ellas encuentran en él, amor, calidez, consuelo y motivos de felicidad.

Ser generosos es también ayudar a las personas Cuando Ram Dass, un psicólogo americano que sigue el camino budista preguntó a su maestro cómo podía hallar la iluminación, éste solo dijo: “¡ayuda a todas las personas!”.

Para Ram Dass, esto fue una decepción al principio, pues sonaba muy mundano y él se había imaginado que tendría que hacer ciertos ejercicios espirituales para lograr la iluminación. Pero el maestro lo remitió a la vida cotidiana.

La espiritualidad y por ende la felicidad, consisten en sumergirse en la vida cotidiana, ya que se trata de ayudar, de socorrer, de ser generoso con aquél a quien le debo ayuda, por el simple hecho de que él o ella la necesita.

La felicidad se halla en lo espiritual y lo espiritual te lleva a la generosidad, y así lo comprendió también Gandhi, quien mandó a escribir en su lápida, lo siguiente: “Piensa en la persona más pobre que hayas conocido y reflexiona si tu próxima acción será de ayuda para ella”.

En un estudio publicado en 2012 por la American Psychological Association en su Journal of Experimental Psychology: General, investigadores de las universidades de Carolina del Norte en Chapel Hill y Harvard confirmaron su hipótesis de trabajo en el sentido de que la avaricia o codicia prevalece sobre la generosidad porque los estímulos negativos tienen efectos más poderosos que los positivos. Aunque concentrarse en lo negativo puede causar tristeza, en términos evolucionistas tiene más sentido como habilidad de supervivencia. Por otra parte, según el estudio, hombres y mujeres muestran los mismos niveles de generosidad y avaricia