Para explicar este concepto, tantas veces confundido con el de emociones, voy a hacer una distinción ontológica entre emociones y sentimientos.

La emoción es definida por la neurociencia como la respuesta de nivel básico que crea reacciones bioquímicas en el cuerpo alterando el estado físico actual.

Ese comportamiento es facilitado por respuestas de su sistema nervioso autónomo que movilizan la energía corporal necesaria para el mismo. Tales respuestas incluyen la activación del sistema nervioso simpático para aumentar la frecuencia cardíaca y el aporte de sangre a los músculos. Al mismo tiempo, las glándulas suprarrenales liberan hormonas que potencian esa movilización energética. La médula suprarrenal libera a la sangre adrenalina y noradrenalina, hormonas que incrementan aún más el flujo de sangre a los músculos y hacen que los nutrientes almacenados en estos últimos se conviertan en glucosa, el carbohidrato que se requiere como fuente de energía para la contracción muscular. Por su parte, las células de la corteza de las glándulas suprarrenales liberan a la sangre hormonas esteroides, como el cortisol, que contribuyen igualmente al aporte energético de glucosa a los músculos.
Las respuestas emocionales son producidas y controladas por la amígdala, un complejo de diferentes núcleos neuronales localizado en la parte anterior de cada uno de los lóbulos temporales del cerebro. La mayoría de las respuestas emocionales son aprendidas, siendo también la amígdala un lugar crítico donde tiene lugar el condicionamiento o asociación entre los estímulos o situaciones originalmente neutras y las circunstancias emocionales a las que quedan ligadas. De ese modo, un estímulo inicialmente neutro, como un tono acústico, puede ser asociado a una situación emocional, como una pequeña descarga eléctrica en la piel, gracias a la conjunción de las señales nerviosas de ambos estímulos que tiene lugar en las sinapsis de la amígdala basal y lateral.

Los sentimientos, por otro lado, son asociaciones mentales y reacciones hacia las emociones según nuestras experiencias personales.

En los humanos la actividad fisiológica y conductual somática es captada por la corteza somatosensorial en el lóbulo parietal (cerebro consciente), y percibida en forma de sentimientos. Es decir, la conciencia permite al cerebro percibir el estado físico de su propio cuerpo emocionado, sentir, por así decirlo, sus propias reacciones emocionales, algo que hace además de una manera muy especial, pues no consiste en sentir cada uno de los componentes anteriormente mencionados de la respuesta emocional, sino en una percepción global, integrada y específica que invade la mente, en algo muy genuino y subjetivo que es lo que llamamos sentimiento. Además, como cada situación emocional provoca un patrón diferente de cambios somáticos, el cerebro los percibe también como sentimientos diferentes. El miedo, la sorpresa, el enfado, la tristeza o la alegría, no son otra cosa que sentimientos, es decir, experiencias que el cerebro produce basadas en la percepción consciente de los cambios fisiológicos que se están produciendo en el cuerpo emocionado.

Un ejemplo podría estar manifestado en esta foto: una emoción de alegría la mente puede interpretarla como un guiño para encarar un nuevo negocio… ya que le provoca o asocia con la confianza.

Según el profesor de neurociencias Antonio D’Amasio los sentimientos son experiencias mentales del estado en que encuentra nuestro cuerpo. Estos sentimientos van apareciendo a medida que el cerebro va interpretando las emociones. Las emociones, a su vez, aparecen como respuestas del cuerpo hacia estímulos externos. La cadena emoción – sentimiento – sentimiento sería por ejemplo: estoy asustado, siento miedo y luego me siento horrorizado.

La emoción es una alteración del estado físico que se puede medir por medio de la presión arterial o latidos del corazón. La emoción nace de estímulos externos, son instintivos y de corta duración. Las emociones son también provocadas por los sentimientos como por ejemplo cuando recuerdas un momento especial y sonríes.

El sentimiento es una alteración en el estado mental que se mide según la experiencias de vida de cada uno. Son generadas en el subconsciente por lo tanto queda en la memoria emocional siendo duradero y recurrente.

¿Cuánto pesan tus sentimientos?

Los sentimientos negativos pesan más y nos hacen sentir cargados, lentos, tristes y pesimistas, mientras que los positivos nos quitan peso de encima y nos hacen sentir ligeros y felices.

Los sentimientos negativos pesan más y nos hacen sentir cargados, lentos, tristes y pesimistas, mientras que los positivos nos quitan peso de encima y nos hacen sentir ligeros, felices y optimistas. Por eso, te proponemos un juego vital que consiste en dar a cada sentimiento un peso en gramos. Apúntalos a lo largo del día y por la noche los sumas y compruebas tu peso emocional. ¿Te apuntas?

¿Eres consciente del impacto que tienen los sentimientos en tu vida? ¡Qué cargada me siento cuando me enfado con mi hermana! ¡Qué peso acabo de quitarme de encima al reconciliarme con mi mujer!… Es importante darse cuenta de que lo que sentimos nos condiciona a la hora de tomar decisiones, de actuar y de avanzar. Siempre que predominen los sentimientos negativos, veremos las cosas desde el pesimismo, tendremos la sensación de que arrastramos un peso y esto nos generará dificultades a la hora de aprovechar las buenas oportunidades cuando se presenten. Las ocasiones pasan por nuestro lado y debemos estar receptivos para cazarlas al vuelo. En cambio, si los que más pesan en tu balanza particular son los sentimientos positivos, tendrás propensión a vivir la vida con optimismo y eso propiciará que veas con más claridad las situaciones favorables, y que puedas exprimirlas al máximo.

Igual que se dice que la fórmula de oro de un buen matrimonio es no acostarse nunca enfadados, nadie debería irse a la cama sin saber hacia dónde se ha inclinado su balanza emocional ese día, y sin quitarse los gramos de más.

Fuentes: Significados.comResearchgate[accessed Jan 09 2019] y la Revista Mía.